A 57 años de su primera aparición en un semanario argentino, seguimos los pasos de Mafalda, el inolvidable personaje de Joaquín Salvador Lavado, más conocido como Quino. Revisamos su historia, para comprender por qué esta pequeña niña sigue conquistando lectores hasta la actualidad.

Por María Jesús Blanche.

Muchos aprendieron a leer con ella y conocieron a los Beatles, compartieron el gusto por los panqueques y el odio por la sopa. Y es que Mafalda, el personaje que le dio fama mundial al dibujante argentino Joaquín Salvador Lavado –más conocido como Quino (1932-2020)– marcó a generaciones de lectores, despertando su curiosidad y desdibujando los límites trazados entre la realidad de los adultos y los niños. Así, en medio de la inestabilidad sociopolítica argentina de los años sesenta y la guerra de Vietnam, durante los casi diez años que Quino la dibujó, Mafalda criticó y denunció las malas decisiones de los adultos, sus contradicciones e injusticias, rechazó siempre la violencia, el racismo y defendió el derecho a seguir siendo niños en un mundo manejado por los adultos.

Tal vez porque Mafalda y sus amigos Felipe, Manolito, Susanita, Miguelito y Libertad –a quienes se sumaría luego su hermano Guille– siempre han sido un reflejo de lo que somos como humanidad, es que fue etiquetada como humor para adultos en la España franquista. “No tiene importancia lo que yo piense de Mafalda. Lo importante es lo que Mafalda piensa de mí”, afirmó Julio Cortázar. Y bueno, la pequeña Mafalda piensa bastante, nos habla fuerte y claro, y por eso sus tiras cómicas se leen hasta la actualidad, a 57 años de su primera aparición, conquistando a más niños, cuyas genuinas preguntas brotan en un mundo en constante transformación.

Los primeros pasos

Cuenta la historia que un trabajo por encargo que nunca vio la luz fue el origen de Mafalda. Era 1963 y una agencia publicitaria necesitaba una historieta para promocionar una línea de electrodomésticos llamada Mansfield. El encargo llegó a Quino, quien desarrolló lo que sería el universo del personaje que le daría fama mundial: una clásica familia de clase media, compuesta por un padre, madre, hijo y una hija a la que llamó Mafalda, porque su nombre debía sonar similar al de la marca.

Finalmente, esta historieta nunca cumplió su cometido, porque ni la campaña ni la línea de electrodomésticos fueron lanzadas. Pero estos personajes –y sobre todo la pequeña niña– quedaron en la mente de su creador, tomando forma y logrando una profundidad filosófica y contestataria que lectores de todas las edades disfrutarían en los años posteriores. Un par de veces estos personajes aparecieron en una revista de la época, sin Mafalda; pero el protagónico le llegaría casi un año después: el 29 de septiembre de 1964 Quino dejaría impreso en nuestro imaginario el día de su nacimiento al aparecer por primera vez en el semanario Primera Plana, pese a que luego, el 15 de marzo de 1966, dibujó a la niña en una de las tiras cómicas del diario El Mundo, celebrando con una torta de cumpleaños.

Pero más allá de estos pequeños detalles, que en realidad son solo una excusa para recordarla, desde su primera aparición Mafalda adquirió popularidad y fue publicada en distintos medios argentinos que, poco a poco, fueron presentando a los nuevos personajes que el autor creaba para hacer crecer este universo en tinta negra. Mientras en un comienzo la niña fue acompañada únicamente por su padre, luego se fueron sumando su madre, sus ya mencionados amigos y, casi al último, en una tira publicada en junio de 1968 por el semanario Siete Días Ilustrados, su pequeño hermano Guille.

Mafalda universal

Pese a que, por decisión de su autor, la última tira cómica de Mafalda tuvo lugar en 1973, esta pequeña siguió vigente, manteniendo viva la necesidad de expresar su descontento, siempre dispuesta a defender la libertad y los derechos de la niñez. Así, el trabajo de Quino no desapareció, sino que –para nuestra suerte– dio un salto hacia el formato libro en 1970, tras llegar a la editorial argentina Ediciones de la Flor. El arribo de Mafalda y compañía a esta incipiente casa editora fundada por Kuki Miller y Daniel Divinsky, con el tiempo se transformó en un hito tanto para la editorial como para el humor gráfico argentino. El éxito alcanzado le despejó el camino a nuevos dibujantes, creadores de reconocidos personajes, tales como el gaucho Inodoro Pereyra creado por Fontanarrosa; Enriqueta y su gato Fellini, dibujados por Liniers; las Mujeres alteradas de Maitena o los innumerables Gaturro de Nik. Todos ellos publicados primeramente por Ediciones de la Flor.

La voz de Mafalda –traducida a más de treinta idiomas–, grita por las injusticias. Para comprender hasta qué punto esta disconformidad la ha vuelto un personaje universal, recordamos las palabras de Umberto Eco, quien escribió el prólogo de Mafalda la contestataria (1969), primer libro que le permitió al personaje de Quino poner un pie fuera de Argentina, y donde el filósofo italiano rescata su lado más político y contestatario: “Mafalda vive en un continuo diálogo con el mundo adulto, mundo al cual no estima, no respeta, hostiliza, humilla y rechaza, reivindicando su derecho a seguir siendo una niña que no quiere hacerse cargo de un universo adulterado por los padres”.

Muchos dicen que esta niña de papel y tinta es la voz del propio autor, a quien tantos homenajearon tras su muerte, el 30 de septiembre del 2020, a la edad de 88 años. Así lo recordaría en una entrevista su amigo y editor, Daniel Divinsky, quien además fue la primera persona en informar el fallecimiento de Quino: “Él se reflejaba en todos los personajes de la tira (no solo en Mafalda), que son diversas facetas de su personalidad, así que no había una separación posible entre ambos protagonistas”. Asimismo, a raíz de esta misma noticia, en una entrevista para la televisión argentina el dibujante Liniers describió la importancia de este personaje para lectores y lectoras: “Lo bueno de empezar a leer leyendo Mafalda es que lo que le entra a uno en la base, en el ADN, es esa necesidad de cuestionar todo, de no dejarnos enchufar la sopa (...) Más allá de lo muy argentina que es Mafalda, también es muy universal”.