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Este mes se conmemora el 8M, Día Internacional de la Mujer, fecha que nace con el propósito de visibilizar las desigualdades de género y reconocer la histórica lucha femenina. En nuestro rol de mediadoras de la lectura es importante visibilizar el trabajo de mujeres en el ecosistema del libro y abrir los ojos ante las desigualdades. Para encaminar esta tarea, debemos estar conscientes de las reproducciones de estereotipos de género que nos presenta la LIJ de las últimas décadas, y de lo importante que es incorporar lecturas con perspectiva de género, que respondan a cierta calidad estética y literaria, dentro de nuestras rutinas con estudiantes.

Por Melissa Cárdenas

La investigadora Teresa Colomer señala que los libros amplían el diálogo, permean en la forma de mirar, de imaginarnos y de nombrar el mundo, y transmiten modelos culturales preestablecidos de lo femenino y lo masculino. Es por todo este poder que toma fuerza la idea de conocer y visibilizar el trabajo de mujeres escritoras e ilustradoras que están creando historias y personajes femeninos protagonistas, cercanos y complejos, tal como lo es en la realidad.  

Desequilibrio y discriminación histórica

  Por muchos años, los libros infantiles fueron usados como material para mostrar a niños y niñas cómo funcionaba la sociedad, cuál era el rol que la mujer y el hombre debía cumplir y, por supuesto, cómo debían crecer y comportarse.   Estos libros que acompañaron nuestra infancia conforman una red amplia de discursos que heredamos, interiorizamos y que incluso hoy continuamos transmitiendo. Es más, “las relaciones de poder se dan en muchos aspectos de la vida social, cultural, laboral y económica. Las mujeres y otros sujetos sociales históricamente han vivido en un lugar subalterno, generando relaciones desiguales. El género es un aspecto fundamental pues define el carácter de nuestras relaciones sobre la base de nuestro sexo, cuerpo e identidades”. Guía para la Incorporación del Enfoque de Género en Bibliotecas (2012).   Algunos estudios sobre libros infantiles publicados desde la década del sesenta hasta la actualidad ilustran la reproducción de estereotipos de género, con resultados muy opuestos para lo femenino y lo masculino. Por ejemplo, Cañellas en 1979 toma una muestra de 188 libros infantiles publicados entre la década del sesenta y setenta, y determina que solo 35 protagonistas son femeninos, mientras que 110 personajes son masculinos.   Teresa Colomer, por su parte, en 1994, analiza según la crítica los mejores libros publicados en España a finales de los setenta. Dentro de este corpus, 62,8% son personajes masculinos y 7,7% de ambos sexos, mientras que solo el 28,5% son personajes femeninos.   Y más recientemente, Macarena García y Xavier Mínguez-López se enmarcan en un corpus de 99 libros publicados entre 2009 y 2016 y recomendados por importantes comités de valoración. Del total, 38 eran personajes de género masculino y 20 de género femenino, señalando además que 47 de esos libros fueron escritos y/o ilustrados por hombres, 31 por mujeres y 21 por autorías colectivas. En el resto del corpus, los protagonistas eran de ambos géneros y no existían personajes no binarios. Incluso cuando la autoría es mayormente femenina, la mayoría de los personajes se representan como masculinos.   Lo primero que llama fuertemente la atención es la desventaja en relación con el protagonismo para lo femenino y lo segundo, es que las principales características y roles para lo femenino tienen relación con los espacios dentro del hogar, como el cuidado de los hijos y del marido y, en el caso de las niñas, colaborando con estas labores. Al contrario, los personajes masculinos se representan como la máxima autoridad, trabajando fuera del espacio doméstico, sustentando económicamente a la familia, mientras que los niños son representados con tiempo destinado al juego.   En relación con las profesiones, lo masculino opta por trabajos bien calificados y lo femenino por oficios o tareas domésticas poco calificadas. Los símbolos que acompañan a los personajes son el delantal, la bandeja, la pasividad, la espera desde dentro; y en el otro extremo, el periódico y portafolio, la actividad desde afuera. ¿Lo habías notado?   Este llamado de atención es solo un ápice del problema que genera la brecha de género en la sociedad. Pero, sin duda, desde nuestro universo en el fomento lector, la educación y la cultura, podemos hacer mucho al respecto.