La literatura infantil ha caminado muy de cerca junto al desarrollo del arte y la ilustración y algunos creadores se han aventurado en nuevas formas de ilustrar sus historias. El arte abstracto ha sido una de ellas, con obras novedosas y desafiantes.

Por Macarena Pagels

Si bien existe un abanico de estilos, corrientes artísticas y recursos gráficos que han ilustrado las páginas de los libros para niños, comúnmente éstas han sido más cercanos a lo figurativo, es decir, imitando el mundo que nos rodea, con un mayor o menor grado de iconicidad o verosimilitud con la realidad. Los animales, personas, ambientes u objetos se representan de formas que son identificables para quien los está observando.

Sin embargo, algunas obras han desafiado esta tendencia y han expandido las posibilidades que ofrece la ilustración para la experimentación. Así como en la historia del arte se han inaugurado nuevas formas de representación, la literatura infantil también ha sido un campo abierto para explorar nuevas maneras de contar historias, tanto verbal como visualmente.

La abstracción, que marcó toda una época dentro de la historia del arte, también se ha utilizado para representar historias. Este tipo de representación se basa en elementos como la línea, el punto, el color y la materialidad como lenguaje visual, y es contrario al arte figurativo. Aquí las formas no imitan los elementos del mundo que observamos.

En este artículo veremos que muchos libros infantiles han sido ilustrados bajo esta corriente artística.

Pequeño Azul y Pequeño Amarillo (1959)

Esta historia contiene dos recursos simples: círculos de papel cortados a mano y distintos colores actuando sobre la página en blanco. Con estos elementos transcurre la historia de dos amigos que juegan, ríen, van a la escuela y tienen una linda amistad, al punto que llegan a convertirse en otro color al abrazarse. Esto se convierte en el conflicto principal, ya que este nuevo personaje que nace de la fusión de ambos amigos, verde, no es bienvenido en las respectivas familias de azul y amarillo.

Leo Lionni cuenta en sus memorias los detalles del proceso creativo de este revolucionario libro. Al parecer, lo hizo mientras viajaba en tren junto a sus nietos, utilizando una revista que tenía a mano y que empezó a recortar con sus propias manos, para dar forma a una historia que los mantuviera entretenidos durante el trayecto.

Pequeño azul y pequeño amarillo ha marcado todo un hito en la historia de la literatura infantil, ya que rompe con la tradición figurativa de la ilustración en los libros para niños y recurre al gran potencial creativo de los lectores, que tienen que abstraer lo esencial del relato e imaginar las situaciones que se presentan en cada página.

«Pequeño Azul y Pequeño Amarillo», fue publicado originalmente en 1959 y rescatado por Kalandraka en 2005. Créditos: Kalandraka.

Caperucita Roja (1965)

Utilizando el formato de las imageries, libros pictográficos sin texto narrados únicamente mediante recursos gráficos abstractos como el color, las formas geométricas y la disposición de estos en el espacio, la artista Warja Lavater creó una versión propia del clásico cuento escrito por Charles Perrault.

Su particular versión muda de Caperucita Roja es una obra abstracta, con figuras geométricas y colores, pero fácil de interpretar gracias a la codificación que se establece al principio del libro. En dicho código cada personaje se corresponde con un signo pictográfico compuesto de la siguiente manera: Caperucita es un círculo rojo, la madre un círculo amarillo y la abuela un círculo azul; el lobo es un círculo negro y el cazador un círculo marrón. El bosque está representado por pequeños círculos verdes agrupados; la casa es un rectángulo marrón claro y la cama, un contorno en forma de u.

Con este código, sumado al conocimiento que los lectores tienen de este relato por el peso de la tradición, la lectura avanza sin complicaciones.

«Caperucita Roja» desde la óptica de Warja Lavater. Créditos: maeght.com

Ubú (2004)

Nuevamente, los personajes de este relato son círculos de colores. Ubú, un círculo negro, un día se comió al Rey. Sucesivamente comerá al resto de los círculos de colores: primero los rojos, luego los azules y otros colores hasta que no da más de tanto comer. Esto hace que Ubú estalle en mil colores y todo vuelva a estar como era antes. Sin embargo, frente al peligro de olvidar lo que hizo Ubú, uno de los personajes (un círculo de color gris) se convierte en el cuentacuentos que mantendrá viva la memoria de este suceso.

El ilustrador francés Jérôme Ruillier recrea la obra teatral del autor francés Alfred Jarry, Ubú rey, estrenada por primera vez en 1896. La economía de recursos visuales también sirve para abstraer la esencia de este relato que pone en el centro temas como la tiranía y la ambición sin límites.

Ruillier consigue abstraer la esencia de un clásico con ilustraciones y textos aparentemente sencillos. Créditos: Editorial Juventud.

¡Oh! Un libro que hace ruido (2017)

A diferencia de los dos ejemplos anteriores, este libro no desarrolla una narración representada por medio de puntos y figuras de colores, sino que la invitación explícita es a jugar e interactuar con sus páginas.

El juego se desarrolla por medio de un código que adquiere cada vez más complejidad en cada página. Cada círculo de color (azul, rojo y amarillo) tiene asociado un sonido que el mismo lector debe emitir, según las indicaciones que se encuentran en cada caso. Según cómo se disponen estos círculos en la página, el sonido que podemos hacer tendrá distintos énfasis: algunos serán largos, rápidos, graves o agudos. Algunos suenan como ¡Oh!, ¡Ah!, ¡Guau! O habrá que inventar sonidos propios.

El juego y la creatividad son los grandes protagonistas de este libro, creado por el artista francés Hervé Tullet, quien ha escrito e ilustrado numerosos libros infantiles que siguen la misma tendencia lúdica e interactiva.

«¡Oh! Un libro que hace ruido». Créditos: Océano Travesía.