Autora de uno de los mayores clásicos de la literatura, Mary Shelley aún tiene una obra por descubrir, más allá del inmenso Frankenstein. La presencia y ausencia de figuras potentes en su formación e historia, modelaron su obra y una vida dedicada a los ideales que compartía con su madre y padre.

Por Astrid Donoso. Periodista y Máster en Literatura Infantil y Juvenil.

Mary, a quien la Historia conoce como Mary Shelley, es hija de dos de los mayores pensadores de su época. Mary Wollstonecraft, escritora y filósofa, autora de la monumental Vindicación de los derechos de la mujer (1792), obra clave y pionera en el feminismo. Mientras su padre, William Godwin, periodista, político y escritor, es considerado uno de los pioneros del pensamiento anarquista. Con toda esa herencia a cuestas, Mary estaba destinada, por sucesión y voluntad, a ser escritora.

A diferencia de otras chicas de su edad, Mary no tuvo una formación tradicional ni limitada por las opresiones de género de su tiempo. Durante toda su niñez, la casa era visitada por intelectuales y políticos, y nunca se le impidió escuchar o leer nada, por lo que su educación fue tan atípica como sería el resto de su vida. Además, creció leyendo la obra de su madre, como una forma de encontrarla en su pensamiento volcado al feminismo, a la igualdad, a la intensidad de la vida activa y participativa de la cual fue parte y protagonista. Su madre fue una figura esencial en su vida, aun estando ausente. Mary Wollstonecraft fue parte de los intelectuales ingleses que, atraídos por los movimientos sociales transformadores, viajó a Francia y se instaló allí para conocer el proceso revolucionario. Más tarde, cuando Inglaterra le declara la guerra a Francia, debió regresar a Londres. 

Este episodio, como otros en la vida de su madre, son parte del relato que la propia Mary rememora y lee junto a su tumba, leyendo y escribiendo como una forma de estar con ella y honrar su memoria y legado. Esta imagen hoy la vemos recreada en las ilustraciones que Julia Sardá realizó en su maravilloso libro La mujer que escribió Frankenstein, editado por Impedimenta el 2018, o en la más reciente película sobre su vida; Mary Shelley dirigida por Haifaa al-Mansour el 2017.

Mary Wollstonecraft por John Opie, 1797

Luego de una estancia en Escocia regresa a Londres, donde conoce al poeta Percy Shelley, de quien se enamora y con el cual deciden fugarse. Shelley ya estaba casado y el escándalo de su adulterio sumado a la huida causaron la indignación de Godwin, quien dejó de hablarle a Mary por varios años. Percy, quien ya había sido desterrado de su familia aristocrática por su ateísmo y modo de vida, tenía 21 años y Mary 16. Ambos se unen en una intensa relación bajo los preceptos de las ideas libertarias y revolucionarias que ambos compartían. Juntos huyen a Ginebra, a la mítica Villa Diodati donde estaba el escritor estrella de esos días, Lord Byron, quien había entablado una gran amistad con Percy. Este sería el lugar en que se gesta la historia de Frankenstein y la criatura, evento sobre el cual se ha escrito y fabulado muchísimo. Una mirada más atenta a este tremendo libro, pionero de la ciencia ficción y fiel reflejo de la novela gótica, permite observar cómo mucho de su relato está cruzado por la propia vida de su autora, de sus sentimientos y sensación de alteridad frente a un mundo con ideas muy opuestas a las que la formaron y en las cuales creía.

A los 24 años queda viuda. Con varios embarazos y pérdidas, queda sola con el menor de sus hijos que logra sobrevivir, Percy, y decide dedicarse por completo a escribir. Reconciliada ya con su padre, a quien dedicó su novela más conocida, retorna a Londres donde publicaría libros en torno al feminismo y política, además de varias biografías dedicadas tanto a hombres como mujeres. 

Mary, más allá de la criatura

Si bien Frankenstein o el moderno Prometeo (1818) es la obra más conocida de Mary Shelley, no es la única, aunque muchas veces parece eclipsar a la misma escritora. Diarios de viaje, cuentos, novelas son parte de lo que escribió Mary tras la publicación del clásico, aunque mucho de eso aún no ha sido traducido al español, y son bastante menos conocidas y leídas que la historia de la criatura enfrentada a la soledad del mundo. Al igual que en esta novela, que Mary escribe a sus 18 años, el resto de sus escritos cuestionan a la sociedad tanto nivel teológico como político, donde la figura de la mujer es clave, algo que sin duda hereda y comparte con su madre.

Valperga, o Vida y Aventuras de Castruccio, Príncipe de Lucca (1823) es una novela histórica que relata las aventuras de un déspota de principios del siglo XIV enfrentado a la condesa Euthanasia, a quien la hace elegir entre su relación sentimental o la libertad política. Ella decide esto último con el fin de oponerse a los afanes imperialistas y la avaricia. Si bien tuvo criticas positivas, la lectura de su época dejó de lado el componente político republicano y se centró en la historia de amor.

El último hombre (1826) vuelve a la ciencia ficción con una historia apocalíptica, una distopía que nos lleva a la Europa del siglo XXI arrasada por una mortal pandemia, sumando a ese escenario que tan bien conocemos hoy, la discusión sobre la idea de una república en Inglaterra tal como la soñarían los románticos, entre los cuales se contaba su propio marido. El fin de esos ideales, el cuestionamiento a la fe ciega en la razón, el fracaso del ideario que inspiró la Revolución Francesa y la relación desigual del hombre con la naturaleza son algunos de los elementos claves de esta novela.

Por su parte, Lodore o La hermosa viuda (1835), fue la penúltima novela escrita por Mary donde nuevamente vemos la figura de una madre y su hija como el centro del relato, y donde el tema central es la dependencia de las mujeres y el patriarcado, y donde se propone una real igualdad entre los géneros a través de la educación, tal como hiciera su madre en La Vindicación de los derechos de la Mujer, con el fin de generar una sociedad más justa para todas y todos.

Mathilda es otra de sus novelas que ha sido traducida al español, y que fue publicada de manera póstuma recién en 1959. En ella se vuelven a tratar temas polémicos como el incesto y el suicidio, aparentemente inspirada en una de las obras inconclusas de su madre. Y si bien es una novela muy apegada al estilo gótico de la época, a diferencia de otras donde la protagonista es víctima de las circunstancias, en esta es quien tiene el control sobre las relaciones y el propio relato.