La noche del 22 de enero del año 2020 la muerte se le apareció al poeta chileno Armando Uribe. A la mañana siguiente, diarios y revistas conmemorarían cinco años desde la muerte de Pedro Lemebel y dos desde la muerte de Nicanor Parra. A continuación revisamos por igual a estos creadores que transitaron por distintos géneros literarios.

Por Nelson Valdés

«En todo me da la mano la muerte,/ me saluda en cada cosa que toco./ Me quiere la muerte y mucho la quiero./ En cada cosa está toda la muerte», escribía Armando Uribe Arce en No hay lugar (Editorial Universitaria, 1970). La muerte, que siempre estuvo acechando los poemas de Uribe —quien declaraba vivir en un permanente luto luego de las pérdidas que lo asolaron—, se le apareció por la noche del 22 de enero del año 2020. A la mañana siguiente, junto a los obituarios y re(d)acciones en diarios y revistas, se conmemorarían cinco años desde la muerte de Pedro Lemebel, y dos desde la muerte de Nicanor Parra. 

Es fácil establecer paralelismos desde la superficie: tres escritores, chilenos, poetas. Dos de ellos fueron reconocidos con el Premio Nacional de Literatura. Lemebel no llegó a recibirlo, aunque estuvo entre sus candidatos el año 2014. ¿Qué más los une? El contacto con otros escritores. Roberto Bolaño conoció a Nicanor Parra en el 98, al visitar Chile por primera vez tras 25 años viviendo en México y España, y trabó amistad con quien admiraba desde mucho antes. En entrevista el año 2002 Bolaño dice que sus favoritos para recibir el nacional de literatura son «Armando Uribe y Diego Maquieira, ex aequo; o Armando Uribe y Claudio Bertoni, y si hay que premiar a un narrador se lo doy a Gonzalo Contreras, pero con Armando Uribe». Finalmente, el poeta recibió el galardón el año siguiente de la muerte de Bolaño. 

La noche del 22 de enero de 2020 muere el poeta Armando Uribe, premio Nacional de Literatura 2004. Créditos: The Clinic.

Punto aparte merece su relación con Pedro Lemebel. «Para mí Lemebel es uno de los mejores escritores de Chile y el mejor poeta de mi generación, aunque no escriba poesía», dijo en una columna aparecida en Entre paréntesis (Anagrama, 2004). Bolaño, admirador de su obra, fue también quien apoyó la publicación de su trabajo en la editorial barcelonesa Anagrama, en donde aparece el libro Loco afán el año 1999, ayudando así a la internacionalización de Lemebel.

Tras pasar aquella capa superficial, sus obras parecen ser bastante dispares. Nicanor Parra, con su estilo siempre particular y desafiante de la poesía que se escribía en ese entonces, publicó su segundo poemario Poemas y antipoemas en 1954 (Editorial Nascimiento), a partir de lo cual adquirió tal relevancia que lo llevó a convertirse en uno de los poetas latinoamericanos más influyentes del siglo XX. Siempre a contramarcha, se relacionó con escritores de diversas latitudes. En Chile, por ejemplo, trabajó junto a Enrique Lihn y Alejandro Jodorowsky en los llamados Quebrantahuesos, una colección de poesía visual en la que, a través de la técnica del collage, intervinieron diversos muros de Santiago con textos creados a partir de recortes de periódicos de la época, los cuales entregaban extravagantes «noticias». 

Con una obra extensa, Armando Uribe, quien fuera parte de la llamada Generación del 50, provoca al lector entregando una poesía donde destacan tópicos existencialistas como la presencia de la muerte, la rabia, el amor, la política, pero siempre con una cuota importante de ironía. Además de poeta fue abogado y diplomático, lo que le llevó a un exilio en el que no publicará poesía en español hasta el término de la dictadura en Chile. Construyó a lo largo de su vida una extensa obra, en la que, además de poesía, destacan textos de corte ensayístico y política. Tras la muerte de su hijo Francisco, en el año 98, decidió enclaustrarse en su hogar, dejando de lado su vida social.

El escritor, cronista y artista plástico Pedro Lemebel, murió el 23 de enero de 2015. Créditos: elorbita.org

Cuando en el año 86 Pedro Lemebel leyó su Manifiesto Hablo por mi diferencia —texto que camina entre la poesía, la crónica y el cuento—, con tacones y maquillado con la hoz y el martillo en el rostro, generó una reacción de estupefacción en el público que se encontraba en ese momento en la estación Mapocho probablemente similar a cuando llegó junto a Francisco Casas a La Chascona, durante la entrega del premio Pablo Neruda, para entregarle al poeta Raúl Zurita una corona de espinas. Aquellos tiempos con Las Yeguas del Apocalipsis marcaron una época importante de la contracultura en las postrimerías de la dictadura. La obra narrativa de Lemebel, en especial sus crónicas y su novela Tengo miedo torero, hablan de sus propias banderas de lucha, de un Chile marginal que por entonces poco aparecía en los medios de comunicación. Todo ello se extendió hacia un reconocimiento internacional que se ve reflejado hasta el día de hoy, con películas de ficción y no ficción y nuevas ediciones de sus obras (la editorial española Las afueras ha publicado en 2021 una nueva edición de su novela).

Tanto Uribe, como Parra y Lemebel, nos han legado un trabajo que hoy es parte fundamental de la cultura de esta parte del mundo. Leerlos es traerlos nuevamente al presente, pero no solo a ellos, sino a cada una y cada uno de los que se toparon en sus caminos. A fin de cuentas, como diría Nicanor Parra en uno de sus artefactos, «La muerte es un hábito colectivo».