Reseñas
Recordar a George Orwell
A través de ficciones simples y comprensibles, George Orwell fue desarrollando un pensamiento crítico que cuestionaba a los gobiernos totalitarios que imperaban en la época en que escribió. Hoy, en el aniversario de su nacimiento, recordamos dos novelas que han pasado a ser parte de la cultura popular y que fueron parte de la Colección Viva Leer Copec de años anteriores: “1984” y “Rebelión en la granja”.
La literatura permite crear realidades que no existen a partir de lo que conocemos. Basta juntar las palabras “alas” y “caballo” para que aparezca la imagen de un Pegaso, o unir el torso humano con el cuerpo y la cabeza de un toro para crear un minotauro. George Orwell, en dos de sus novelas más conocidas, 1984 y Rebelión en la granja, crea, a partir de elementos de su contexto histórico, mundos imaginarios que invitan a identificar cómo no queremos que sea nuestro mundo.
La vida de George Orwell fue intensa, así como el período histórico en que vivió, y desde cada una de sus vivencias biográficas fue desarrollando una forma de pensar y un universo simbólico propio desde el que surgirían ficciones y ensayos en que mostraba su forma de ver el mundo.
Bajo el nombre de Eric Arthur Blaire, el autor conocido como George Orwell, nació un 25 de junio de 1903, en Motihari, ciudad india que en ese entonces era parte de la Colonia Británica. Cuando tenía un año, su madre decidió regresar a Inglaterra. En 1922, volvió a la región asiática como suboficial de la policía imperial británica, pasando por distintas ciudades de la actual Birmania. Después de 5 años, decidió renunciar para dedicarse a la escritura. Regresó a Inglaterra, se mudó a Londres y luego a París, trabajando en lo que pudiera y comenzando a publicar en algunas revistas. Fue profesor, siguió escribiendo, publicó sus primeros libros y en 1936 se enlistó como miliciano para luchar junto a los republicanos en la guerra civil española. Esta última experiencia fue fundamental en su desencanto con el socialismo soviético y en su creciente aversión a cualquier sistema autoritario, lo que después sería parte fundamental de la crítica, literal y metafórica, de sus escritos.
En 1945, publicó Rebelión en la granja. Esta fábula, que se ha hecho películas y está próxima a estrenarse como videojuego, narra la historia de una granja en que los animales se rebelan contra los humanos y cómo esa rebelión se degenera en un sistema corrupto gobernado por cerdos que terminan traicionando los principios que llevaron a los animales a liberarse. El libro, que nació como una fábula crítica al estalinismo y hoy es un clásico de la literatura, comenzó a ser escrito en 1937, estuvo terminado en 1943, pero recién fue publicado en 1945 debido a ciertas dificultades. Al parecer, no le pareció conveniente publicarla a algunos editores, menos si se tomaba en cuenta que se parodiaba al líder de un país con el que, en plena guerra, se tenía un enemigo en común.
Después de publicar Rebelión en la granja, Orwell ya trabajaba en su siguiente novela: “Está destinada a ser un fracaso, todo libro es un fracaso, pero sé con claridad qué tipo de libro quiero escribir”, dijo al respecto en el ensayo Por qué escribo, en 1946. Este libro sería publicado tres años después, bajo el título de 1984.
En 1984, título y año en que ocurre la novela, Orwell nos sitúa en un escenario ficticio en que el Estado, a través de la Policía del Pensamiento, no solo observa y vigila a los ciudadanos a través de pantallas, micrófonos y helicópteros, sino que apunta incluso a controlar sus pensamientos y sus deseos. En este mundo, se cuenta la historia de Winston Smith, un funcionario del aparato burocrático, que comienza a cuestionar la versión oficial de la historia que reproduce, sin posibilidad de duda, el partido único que rige bajo la figura bigotuda del Gran Hermano.
Si bien el libro describe un escenario terrible, está escrito a partir de lo que Orwell observaba en un período histórico en que la guerra era una realidad latente y en que no parecía tan lejano un futuro en que gobiernos autoritarios amenazaran la libertad de pensamiento que él defendía. Porque, al igual que los niños, podemos imaginar monstruos que generen un temor irracional, pero cualquier criatura y cualquier mundo que creemos, será construido a partir de elementos de la realidad que conocemos. Así como a partir de un lagarto podemos pensar un dragón de tres cabezas, Orwell construyó un mundo que no era más que la peor proyección posible de un mundo en que regímenes totalitarios ya habían experimentado controlar a la población por medio de la propaganda, el culto al líder, el control de la libertad de prensa y la quema de libros.
Son las palabras las que nos permiten pensar. Esa sería parte de la premisa que Orwell propone en el escenario ficticio de 1984, en que no solo se han hecho desaparecer los libros y el pasado, sino que se pretende también reducir el lenguaje para evitar que el pensamiento crítico sea posible.
Así también, son los libros, los registros escritos (y hoy, además, visuales y audiovisuales), los que nos permiten conocer y dialogar con el pasado. Sin conocimiento de la historia y memoria del pasado perderíamos el punto de referencia para comprender el presente y proyectar el futuro. De ahí la importancia de manipular la Historia, como hacen cerdos y burócratas en Rebelión en la granja y 1984.
En sus libros Orwell no propone un sistema correcto e infalible, sino más bien cuestiona a los sistemas que, en pos de un pensamiento que se propone como único e infalible, terminan prohibiendo la emergencia de otras formas de pensar, de otras formas de sentir y de otras formas de ver el mundo. Los libros, las bibliotecas, más que una diversidad de mundos, contienen una diversidad de formas de ver el mundo. Esa diversidad, esa riqueza, que puede llevar a los lectores a volverse personas más empáticas y más críticas, solo es posible cuando no se impone una única visión de la historia y de la realidad.
Hoy en día 1984 y Rebelión en la granja no solo son clásicos de la literatura que han inspirado libros, películas y canciones, sino que también suelen ser parte de los planes escolares de lectura. Es cierto que aún existe una tendencia en la educación a valorar las obras de arte ‒sean plásticas, literarias o musicales‒, en su función práctica de enseñar algo concreto, más que simplemente porque muestren una visión del mundo y, en ese ejercicio, mostrar que el mundo puede ser visto de distintas formas, que hay incluso un placer en apreciar la forma en que algo puede verse y decirse. Pero eso no quita que haya valores que son relevantes repetir, como la libertad de pensamiento y la importancia de la memoria. Los libros de Orwell siguen siendo, al día de hoy, suficientemente actuales como para aportar, a través de fábulas y ficciones creadas con palabras, una visión crítica que nos invita a pensar la realidad en que vivimos y cómo queremos –o más bien no queremos– que sea nuestro presente y nuestro futuro.