Reseñas
Blade Runner
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? Es uno de los nuevos rescates de la Colección Viva Leer. Probablemente una de las principales joyas literarias de ciencia ficción. En un escenario de posguerra, o más bien dicho, posapocalíptico, este relato se mantiene en el tiempo como una novela de culto pues presenta una crítica vigente hasta hoy día sobre cómo los seres humanos nos dejamos llevar por las máquinas.
Por David Agurto
¿Sueñan los androides con ovejas eléctricas? fue publicada originalmente a fines de los sesenta. Se considera una novela de ciencia ficción perteneciente al subgénero ciberpunk, caracterizado por el alto nivel de uso de tecnología en contraste con los paupérrimos estándares de vida de las personas. En ese contexto es que esta novela se mantiene como un referente, pues pareciera que esa diferencia se ha agudizado en nuestros tiempos.
La novela es conocida popularmente como Blade runner, título de la adaptación cinematográfica de 1982 bajo la dirección de Ridley Scott y la actuación protagónica de Harrison Ford. Al leer el libro resulta fácil imaginar su versión en pantalla grande. Es que ese es uno de los aspectos relevantes para el lector contemporáneo, las imágenes propuestas por K. Dick se manifiestan de forma clara en nuestras mentes, probablemente por el conocimiento que poseemos sobre la tecnología que propone el autor. El libro cuenta además con adaptaciones al cómic, una adaptación a serie por Amazon, a estrenarse este año, y con el premio Locus Poll Award, por ser considerada la mejor novela de ciencia ficción previa al año 1990.
Es que la historia te atrapa rápidamente. Los dos primeros capítulos, llenos de descripciones son algo lentos, pero cuando ya entiendes la construcción narrativa, no puedes parar de leer. La estructura es casi de un capítulo para el protagonista Rick Deckard y otro para John Isidore, otro de los personajes relevantes del relato. El lector, página tras página, esperará el cruce de ambos.
La novela transcurre en un escenario de posguerra. Ha terminado la Guerra Mundial Terminus, donde no se sabe quién ha sido vencedor, ya que, el mundo al menos como lo conocemos, fue destruido por un polvo radioactivo que provocó la muerte de gran parte de la humanidad y que obligó a emigrar a otros a otros planetas y que son conocidos como los colonizadores.
En este contexto, dominado por la tecnología, aparece Rick como un cazarrecompensas, quien retira o caza a los andys, androides idénticos a los humanos, quien tiene la misión de dar de baja a seis robots con una tecnología ultra avanzada, que se han escapado de las colonias y que deambulan por California.
Por su parte, Isidore, es tal vez, el personaje más lastimero. Descrito como un cabeza hueca, consecuencia del polvo de la radiación, es un ser humano que descendió en la escala evolutiva y que se ve obligado a vivir en uno de los tantos departamentos abandonados y tener trabajos poco importantes. Uno de los aspectos fundamentales de este personaje es que es fanático del mercerismo, una especie de culto religioso, que para muchos —en especial este tipo de personajes abandonados— resulta ser un bálsamo en frente del coloso ímpetu tecnológico que impera en la sociedad. A pesar de que esta conexión espiritual depende de una máquina similar a la televisión.
La sociedad funciona de esa manera. Las empresas tecnológicas son las que dominan, ellas tienen el poder y el dinero, también las empresas de basura, encargadas de limpiar. Casi a mitad de la novela se lee un diálogo entre los Rosen, dueños de la empresa fabricante de los androides y Rick, donde el soborno y la corrupción por parte de los primeros, parece ser el tono de la conversación. Un mundo descrito por Philip K. Dick que pareciera cobrar más vida que nunca en nuestros días. Animales artificiales son muestra de la crudeza de la realidad de la novela. Rick posee una oveja eléctrica, pero sueña con tener un animal de verdad, pero no puede, ya que, los precios son desorbitantes.
Un escenario que atemoriza. Pues es sumamente sencillo encender una pantalla y leer sobre ovejas clonadas, avances en la robótica, computadoras que crean su propio lenguaje y que son desconectadas por temor a sus consecuencias. Algo que parecía lejano, mientras en una mano sostienes la novela de K. Dick publicada por Minotauro y en la otra un aparato que te entrega información inmediata sobre la misma novela, termina siendo absurdo y aterrador.