Esta semana fue el natalicio de Jack London, reconocido escritor estadounidense, autor de los clásicos Colmillo blanco y La llamada de lo salvaje. Hoy nos adentramos en este último relato, para descubrir por qué sigue siendo leído luego de casi 120 años.

Por Isabel Casar

¿Qué es lo que hace que La llamada de lo salvaje siga siendo publicada y llevada al cine, una y otra vez, a casi 120 años de haber sido escrita? Probablemente, la primera novela de Jack London debe su fama y trascendencia en el tiempo tanto a la simpleza de su pluma como al acto de apelar a la esencia de lo humano, poniendo en evidencia las incontables civilizaciones que han moldeado nuestro ADN y que afloran al enfrentarnos a la naturaleza.

Paradójicamente, esta idea London la encarna a través de su protagonista: Buck, un perro (mezcla de San Bernardo con pastora escocesa) que vive una apacible vida familiar en un rancho de California, sin imaginar que la fiebre del oro terminaría con los paseos y todos los privilegios de la alta sociedad, cuando es secuestrado y vendido como perro de trineos.

Buck no leía periódicos, de lo contrario habría sabido que una amenaza se cernía no solo sobre él, sino sobre cualquier otro perro de la costa… con fuerte musculatura y largo y abrigado pelaje…

Las primeras líneas del libro nos revelan lo que vendrá y a las pocas páginas somos testigos de los cambios –tanto corporales como mentales– de Buck, al abandonar su rol de compañero de juego y guardián de la familia y verse forzado a una vida productiva en el Ártico.

El contexto histórico se filtra, evidenciando cómo hombres, mujeres y perros arriesgaban sus vidas en la búsqueda de minas de oro. El hambre, el cansancio y la hostilidad del clima, sumado a “la ley del garrote y el colmillo”, despiertan el instinto primitivo de supervivencia de sus antepasados, dejando atrás lo aprendido en la civilización, que en esas condiciones no servía de mucho.

Portada de la primera edición de La llamada de lo salvaje. Macmillan Company, 1903. Créditos: Wikipedia.

A diferencia de otros libros protagonizados por animales, La llamada de lo salvaje propone una mirada realista y testimonial, y solo conocemos los pensamientos de Buck a través de la voz de un narrador omnisciente, quien va revelando las observaciones de la vida de los perros del trineo y su contexto, transcendiendo la honestidad del relato. Este es justamente uno de los puntos fuertes del libro; la vida de London no dista demasiado de lo que encontramos en esta historia. A los 14 años deja la escuela y después de ser apresado por vagabundear, decide embarcarse en la aventura de la fiebre del oro. Es entonces cuando escribe este libro y sus primeros relatos.

Cabe destacar cómo la soledad, el vagabundeo y el tiempo libre agudizaron su sentido de observación, a tal punto de resumir el lado humano de la fiebre del oro en una figura perruna (que en realidad existió, en uno de los campamentos en los que vivió, y por la cual sintió especial afinidad).

En cuanto al desarrollo de los personajes es interesante esta de jerarquización humano/animal. Por un lado, la faceta sociológica de London aflora al esbozar un retrato social de distintas personalidades de cualquier grupo (tanto animal como humano) a través de la caracterización de los perros del trineo. Otro aspecto interesante en la configuración de personajes es la ambivalencia con la que retrata al ser humano, mostrando por un lado la vileza del hombre en un contexto hostil (en la mayoría de los personajes) como también su lado más afable, a través de la relación de amor profundo e incondicional entre un perro y un hombre, encarnado en John Thornton (el liberador de Buck).  Son estos personajes con los que intuimos que London se retrata en el libro, mostrándonos su introspección desde la voz de Buck y su relación social/afectiva en el hombre. Así encontramos dos grandes figuras con las cuales podemos empatizar como lectores simultáneamente (Buck y Thornton). 

La llamada de los salvaje, Colección Viva Leer Copec 2021. Créditos: tiendacopec.cl

Lo anterior se refleja en una frase escrita por el mismo Jack London años más tarde: “En Klondike me encontré a mí mismo… Allí nadie habla. Todos piensan. Allí obtienes perspectiva. Yo obtuve la mía”. En ese sentido, London decide comenzar la historia con un epígrafe del poema “Atavismo”, de John Myers O’ Hara: “Nostalgias inmemoriales de nomadismo brotan debilitando la esclavitud del hábito; de su sueño invernal despierta otra vez, feroz, la tensión salvaje”.

Si bien han pasado casi 120 años desde su publicación, los problemas sociales no han cambiado tanto, las crisis sociales y económicas siguen existiendo, el avance de las civilizaciones sigue moldeando nuestra existencia y el enfrentarnos a ciertas condiciones detonantes que nos ponen en crisis, despiertan de alguna forma el llamado de lo salvaje.