Esta historia ocurre en el periodo Paleolítico, pero nos cautiva como si acabase de ocurrir. Se trata de la saga “Los hijos de la tierra” (Maeva), que ha sido aplaudida por millones de lectores y también por los científicos, debido a su rigurosidad en retratar la época prehistórica. Por: Sandra Peralta.

Acabo de terminar el tercer libro de la saga Los Hijos de la Tierra. Son más de 1.800 páginas que he devorado. La saga de la estadounidense Jane Auel comienza con el libro El clan del oso cavernario (1980). El tamaño del ejemplar atemoriza, pero no hay cómo resistirse a ese magnífico comienzo. Desde las primeras páginas acompañamos a Ayla, la protagonista de tan sólo 5 años, que está perdida en los parajes de la Era Glacial luchando por sobrevivir después de que un terremoto cambiara para siempre su vida al dejarla huérfana en un mundo totalmente desconocido.

Su indefenso estado, su espíritu tenaz y tal vez su destino especial nos logran cautivar.  Vemos crecer a Ayla y sobreponerse a un sinnúmero de adversidades. Pero todo parece tener un sentido, ella, originaria de los cromañones, es adoptada por un clan de neardenthales, quienes la integran y la educan según sus tradiciones.

Es un libro con muchos detalles técnicos que te transportan a los tiempos prístinos de nuestro origen. Con datos documentados con arqueólogos y paleontólogos esta obra de ficción parece real. Lo que sin duda es muy humano, son las emociones que vivencian todos los personajes, imposible no identificarse con ellos aunque miles de años nos distancien. En el primer libro está la infancia y juventud de la protagonista, en el segundo, El valle de los caballos, acompañamos a Ayla en su exilio afrontándose a vivir sola y buscando nuevas amistades en los animales, todo acompañado de la historia de Jondalar y Thonolan quienes emprenden un viaje de forma paralela y luego el destino y el amor los une. El tercer libro se llama Los cazadores de mamuts en donde los protagonistas deben integrarse a un nuevo grupo humano Los Mamutoi quienes los acogen y adoptan, pero las relaciones se complejizan y Ayla deberá aprender a relacionarse con ellos y a conocer sus emociones.

Ahora voy por el cuarto libro, Las llanuras del tránsito, para seguir con Los refugios de piedra, y espero terminar esta historia con La tierra de las cuevas pintadas, la sexta parte y final, que se lanzó el año 2011. Me queda la sensación de saber tantas cosas de sobrevivencia que no me da miedo enfrentarme a ningún fenómeno que nos haga volver a necesitar de ese ingenio primigenio para poder sobrevivir.