Una de las joyas literarias publicadas por la colección Viva Leer en 2017 es “La carretera”, del escritor estadounidense Cormac McCarthy. El relato de un hombre y su hijo que recorren una larga travesía para sobrevivir en medio de un mundo posapocalíptico es una invitación a repensar la humanidad y a meditar sobre lo que es realmente necesario para vivir.

La carretera es un libro imprescindible. Desde el 2006 –año de su publicación original en Estados Unidos–, hasta hoy en día, debería ser considerada como lectura esencial para esos avezados lectores que rastrean buena literatura para devorar, pero también para esos lectores que recién inician sus pasos. Y es que no es extraño que el año 2007 haya recibido el premio Pulitzer, que sea uno de los bestseller de ese año, y que incluso Javier Marías haya señalado en alguna entrevista, que su autor, Cormac McCarthy debería recibir el Nobel. Pero profundicemos, ¿qué tiene esta novela que la hace tan excepcional?

El argumento narrativo es en extremo simple. Es el viaje de un padre y su hijo –cuyos nombres jamás son revelados– que luchan por sobrevivir en medio de un mundo posapocalíptico. La novela encaja en la ciencia ficción, específicamente en la novela distópica, sin embargo, tiene un tratamiento completamente distinto a lo que los lectores estamos acostumbrados a encontrar en este tipo de novelas. No se sabe qué clase de apocalipsis hubo, solo hay ciertos indicios para que el lector lo pueda imaginar. Lluvia de cenizas, paisajes grises, un frío que duele, el sol casi no se ve. Aún más importante como eje central de la narración es el desarrollo psicológico del padre, quien poco a poco se desmorona ante el recuerdo de su expareja y lo único que lo mantiene aferrado a la vida es su amado hijo y la esperanza de un mejor mañana.

El niño es un personaje esencial. Mientras el padre –en medio de un desolado paraje, lleno de destrucción, sin animales, con casas y autos abandonados ya no confía en nadie, el hijo se muestra como la última gota de humanidad. Y es que ambos personajes se complementan de tal forma, que es el pequeño quien enseña muchas cosas al padre, pues mantiene firme su moral. Es él quien recuerda constantemente que son los buenos, que hay que ayudar al otro. Incluso su padre lo compara con un dios, con la palabra de Dios. Es este personaje quien le da un respiro al lector,  porque para sobrevivir no se puede descansar.

La pluma de McCarthy es extraordinaria. No solo por la excelente construcción de personajes, sino también por la forma narrativa. Parafraseando al protagonista, la carretera no se puede recorrer en línea recta, a vuelo de cuervo. La novela tampoco. Y es que el autor va mezclando párrafos largos con algunos muy breves, se muestran flashbacks y recuerdos del protagonista, y la voz narrativa se confunde con la de los personajes pues no hay marcas de diálogo. Un muy buen recurso que exige un lector muy atento. Sin embargo, se logra reconocer bien las intervenciones de cada uno. Se sabe cuando el niño habla, pues a pesar de haber nacido en ese mundo, siempre se logra sorprender, en cambio el padre mantiene su visión fatalista. La repetición de diálogos es otro buen recurso que evidencia la difícil situación. Tengo hambre, ¿nos moriremos? ¿seguimos siendo los buenos? Una intervención constante del hijo es señalar al final de la conversación un “vale”, no solo aceptando lo dictado por el padre, sino también haciendo eco de una madurez que ha sido impuesta simplemente por el acto de vivir escapando de la muerte.

Película "La carretera" (2009), dirigida por John Hillcoat

La muerte siempre está presente. Y la imagen de la carretera no es más que la alegoría de esta; también de la vida. Llena de recovecos, senderos, líneas rectas. Para llegar a destino hay que caminar por ella. Pero la muerte, insisto, siempre está presente. Para sobrevivir hay que salirse del camino, buscar el propio. La dirección es hacia el sur, ya no hay norte. En esta situación de supervivencia, el hambre se transforma en algo trascendental. Sobrevivir de las ávidas manos y famélicas bocas de los otros humanos y encontrar un poco de comida es la situación cotidiana. El paso del tiempo se exhibe en las comidas que pueden tener día a día.

Lo terrible de este escenario y la crudeza del relato han puesto a Cormac McCarthy como uno de los narradores indispensables de la literatura estadounidense. No por nada, su novela fue llevada al cine en una película homónima estrenada un par de años después del lanzamiento del libro. El filme protagonizado por Viggo Mortensen y Kodi Smit-McPhee es bastante fiel al relato original, aunque no mantiene el orden de los acontecimientos y en la primera parte la madre del hijo tiene un protagonismo mucho mayor. Sin duda, es un relato estremecedor e inquietante, que conmoverá a todo lector y que lo mantendrá en un estado de reflexión durante mucho tiempo.