En el marco del primer Encuentro de bibliotecas para la mediación y el quehacer comunitario, conversamos con la escritora Lola Larra sobre el escenario de la mediación en nuestro país, sobre su importancia y sobre lo que propician los encuentros en torno a los libros.

Por Camila Hidalgo

Destacada en el mundo editorial y literario por su trabajo como directora de Ekaré Sur y como autora de la novela gráfica Al sur de la Alameda, Lola Larra fue una de las invitadas a los Encuentros de bibliotecas para la mediación y el quehacer comunitario, instancias que se llevaron a cabo en las ciudades de Concepción, Santiago y Arica, y donde participaron las encargadas de bibliotecas de las escuelas Viva Leer Copec.

Fue en el norte de nuestro país, en el encuentro realizado en Arica los días 29 y 30 de junio, donde tuvimos la oportunidad de conversar con Lola sobre el escenario de la mediación en nuestro país, sobre su importancia y sobre lo que propician los encuentros en torno a los libros. Además, aprovechamos de conocer más sobre su experiencia como autora de Al sur de la Alameda, novela gráfica que, para su sorpresa, la ha acercado a los y las jóvenes de diversos países y contextos.

―A propósito de la instancia que nos reúne y de las tantas otras en las que has participado compartiendo tu experiencia como autora de Al sur de la Alameda, cuéntanos cómo ves el escenario de la mediación y de la lectura en Chile.

―A mí me gusta ver el lado positivo de las cosas y creo que estamos en un momento muy interesante para los amantes de los libros. Hay muchos especialistas, muchos formadores y muchos mediadores que están siempre poniéndose al día. Visito otros países de Latinoamérica y es un páramo, o sea los bibliotecarios y los maestros tienen que trabajar con las uñas porque a veces no hay bibliotecas, no hay redes como las que hay en Chile. Yo siempre digo que nos quejamos mucho pero que estamos en un país que afortunadamente ha creado una red de bibliotecas importante que le toma el peso a lo que es la mediación.

Lo complicado son las distracciones que hay, todo el ruido que nos aleja de los libros, porque los libros requieren tiempo, soledad y un espacio tranquilo que no siempre se tiene, sobre todo con los miles de sonidos y llamadas que nos hacen las redes sociales. Yo confío en que la lectura de libros conviva con todas las otras maneras de leer. Afortunadamente hemos superado los esquemas de la literatura didáctica donde prevalecía un objetivo de lectura y la cantidad de texto por sobre las imágenes y el gusto por leer.

Ilustración interior de Al sur la Alameda, escrito por Lola Larra e ilustrado por Vicente Reinamontes. Créditos: Ekaré Sur.

―Y específicamente en esta experiencia de mediación de literatura juvenil a propósito de los encuentros de encargadas de bibliotecas, ¿qué relevas o destacas?, ¿cómo ha sido tu vivencia?

―Lo que me gusta de estos encuentros es poder no solo conversar de libros, de literatura y de cómo nosotros, cada uno desde su región y desde su biblioteca, enfrenta lo complicado del mundo actual, sino también poder reivindicar que no estamos solos. Asistir al encuentro en Concepción, en Santiago y aquí en Arica me ha permitido conocer cómo cada uno de los encargados de biblioteca se relaciona con sus lectores y la tónica principal es que les respetan mucho. Eso es muy bonito porque no tienen una idea a priori de lo que deberían leer ese futuro lector. Son muy respetuosos de los intereses, de conocer qué realmente les aviva esa llama por la lectura y eso lo he notado en los tres encuentros, así como también el entusiasmo y la felicidad de encontrarse. Es como decir “ya, no estoy solo, lo estoy haciendo bien, voy por buen camino”. Reafirmar sus prácticas, intercambiarlas, incorporar otras y hacerse preguntas. Finalmente yo creo que la literatura más que dar respuestas lo que hace es que te hagas muchas preguntas.

―Nos has compartido tus experiencias de talleres con jóvenes en torno a tu libro Al sur de Alameda. En este sentido, ¿consideras que estas bajadas que hacemos de las lecturas con los jóvenes son necesarias, son efectivas, son significativas en este camino de la mediación?

―Como la lectura es tan solitaria creo que este tipo de actividades o propuestas más lúdicas sirven justamente para encontrarse. Son divertidas, crean espacios comunes. No sustituyen la lectura, no deben sustituir la lectura, pero sí creo que pueden provocar instancias para compartir lo leído, para revisar, para releer, para comentar lo que tú sentiste cuando leíste eso. Lo hacen los mediadores entre ellos en estas instancias y también lo pueden replicar en sus bibliotecas.

En estos encuentros con Lola Larra la conversación giró en torno a la literatura juvenil. Créditos: Pola Berroeta.

―¿Consideras que Al sur de la Alameda te permitió el vínculo con las bibliotecas, con los niños, niñas y jóvenes lectores en contexto escolar?

―Totalmente. Antes de Al sur de la Alameda yo había publicado cuatro novelas, dos de esas eran para jóvenes, es decir, enmarcadas dentro de colecciones editoriales para jóvenes, y no había sucedido mucho. Mis encuentros con lectores fueron poquísimos y Al sur de la Alameda me abrió puertas y todo el mundo que yo desconocía de la mediación de la lectura; de cómo funcionan las bibliotecas, de los liceos, los colegios y de los lectores jóvenes.  No puedo sino agradecer que un libro me abra la posibilidad de tener contacto con los lectores. Verse ahí es muy raro. Que los escritores puedan encontrarse con sus lectores no es tan común, que te cuenten qué han sentido con el libro, qué ha significado para sus vidas es incomparable, muy emocionante. Nunca han dejado de ser emocionantes los encuentros con los lectores. Si no hubiera sido por este libro difícilmente yo hubiera podido estar en estas instancias y conocer la gente que he conocido.

―En estos diálogos con tus lectores y lectoras, ¿te ha llamado la atención alguna interpretación o comentario sobre el libro?

―Sí, siempre me sorprenden, ¡siempre! Esto no lo debería decir, pero hay una errata en el libro que me la contaron unos lectores de un colegio de Alto Hospicio, en un encuentro por Zoom en tiempos de pandemia. A veces es muy bonito cuando te dicen que algo no se entiende o por qué este personaje actúa así y también cómo han cambiado las perspectivas desde que se publicó el libro en 2014 hasta hoy en día, sobre todo desde la perspectiva feminista. Es muy interesante cómo ha evolucionado, cómo las niñas tienen una conciencia que yo no veía, cómo los conceptos van moviéndose y las lecturas de un mismo libro son distintas. Hay una espina vertebral, una columna vertebral que continúa, que sigue estando allí, pero algunos detalles de los personajes o de las cosas que se cuentan, para muchos van teniendo otros significados.

Cada libro, cada lector es un mundo y no sabes cómo va a llegar un libro a los lectores. Finalmente escribir es soltar el libro. No sabes lo que va a pasar y cómo va a ser interpretado y todas las interpretaciones son tan válidas como las que pueda tener yo. Y eso es lo que me sorprende en estos encuentros y en los encuentros también con estudiantes, cómo se percibe un libro como Al sur de la Alameda, qué significa para cada lector.

―¿La propuesta estética, gráfica de Al sur de la Alameda incidió en su acogida por el público lector?

―Si el manuscrito de Al sur de la Alameda se hubiese publicado tal cual, no hubiese tenido mayor relevancia ni la recepción que ha tenido. Creo que el trabajo que hizo Vicente Reinamontes permitió que el libro despegara, que tuviera un vuelo que nunca imaginamos y que no hubiera tenido si el libro fuese solo texto. Logramos contar una historia a dos voces de manera original porque normalmente las ilustraciones reproducen lo que dice el texto. En este caso el texto va por un lado y las imágenes por otro y se unen al final. Las ilustraciones, además, fueron hechas con mucho corazón porque Vicente fue pingüino. Él vivió la historia muy cerca e investigó mucho para poder ilustrar el libro.

―¿Son estos formatos, que no son tan nuevos, una puerta de entrada para la mediación con jóvenes?

―Totalmente. Lo que siempre veo ahora en la mediación es el valor y el auge que tiene la novela gráfica y eso es fantástico. La novela gráfica es lo más rompedor que ha surgido en la literatura, en la LIJ, en los últimos años. O sea, el libro álbum en la década de los sesenta y setenta y ahora la novela gráfica. Por eso es buenísimo que se incorpore a las colecciones o que en los premios literarios se incorpore una categoría para novela gráfica. La verdad es que en Chile es impresionante, hay muy buenos autores de novela gráfica. No es que la novela gráfica vaya a ser un puente “para”. Puede serlo porque te acerca a los libros pero no necesariamente lo es ni debe serlo. Creo que persé la novela gráfica ya es una lectura tan válida como cualquier otra.

―Para terminar, ¿qué sentir te llevas con tu participación en estos encuentros?

―Estoy muy contenta. Creo que es un privilegio acceder a estas instancias, participar, que te tomen en cuenta para estos encuentros, te inviten y crean que puedes contar y compartir algo interesante, estoy realmente muy agradecida.

A comienzos de junio se realizó el primer encuentro de encargas de bibliotecas, zona sur, con encargas de las regiones de Ñuble, Biobío y Araucanía. Créditos: Pola Berroeta.