Entrevistas
Entrevista María José Navia
Conversamos con María José Navia, escritora y actual docente de la Facultad de Letras de la Pontificia Universidad Católica de Chile. Autora de las novelas Kintsugi y Una música futura, en diciembre pasado obtuvo la Medalla Colibrí en la categoría Ficción Infantil, junto al ilustrador Fabián Rivas, por el libro El mapa secreto de las cosas.
Por Melissa Cárdenas
Magíster en Humanidades y Pensamiento Social de NYU y doctora en Literatura y Estudios Culturales de Georgetown University, María José Navia ha publicado diversos títulos, entre ellos la novela SANT (Incubarte, 2010), el libro de cuentos Lugar (Ediciones de la Lumbre, 2017), Kintsugi (Kindberg, 2018) y Una música futura (Kindberg, 2020). Este último, libro de cuentos donde ahonda en las relaciones íntimas familiares, excesos, temores e inseguridades, con escenarios futuristas y distópicos.
Inquieta, con un amor especial por la música y la literatura en inglés, se declara lectora feliz gracias a la temprana influencia de su abuelo. En la siguiente entrevista, María José nos cuenta sobre su amor y comodidad a la hora de escribir en formato cuento y nos comparte algunos consejos para quienes están iniciándose en el camino de la escritura. Además, habló sobre cómo ha sido su primera incursión en la literatura infantil y su particular y cuidada mirada sobre la infancia.
Sabemos que eres una gran lectora, que tienes una importante relación con las letras y la literatura. Cuéntanos, ¿cómo surge tu vínculo con la escritura?
Yo siempre quise ser escritora, desde que aprendí a leer y a escribir, e incluso antes. En mi casa no había libros porque a mi familia cercana no le gustaba leer, pero mi abuelo paterno –que ya no se encuentra conmigo–, era un gran lector o más bien era un lector feliz; es decir, se entretenía leyendo y se sentía feliz. Cuando yo veía eso quería ser igual de feliz. Los primeros libros que tuve me los regaló él. La primera vez que escribí un libro se lo regalé a él, lo enmarcó y lo colgó en su pared.
Podría decir que la escritura ha formado parte de mi vida: en el colegio participaba de concursos literarios, luego en pregrado estudié Literatura, de adulta seguí participando en concursos, continué mis estudios de posgrado en Literatura y más tarde publiqué mis libros. Esto es lo que me hace feliz y he tenido el privilegio de construir mi vida en torno a la lectura y la escritura.
¿Qué autores o autoras han sido referentes para ti?
El primer gran libro que me reajustó el ADN y me convirtió en la gran lectora que soy fue Mujercitas, de Louisa May Alcott. Mi abuelo siempre me compraba libros de aventuras como los de Julio Verne o Sandokán, de Salgari, pero no me gustaban tanto porque no me podía identificar con ellos y yo quería verme reflejada en las páginas que leía. Hasta que un día llegó Mujercitas. Lo leí y explotó mi cabeza porque pude verme en la historia. De hecho, una de las protagonistas, Jo March, quería ser escritora y sentí que tenía muchas similitudes con ella, entonces por fin me encontré. Pero no solo eso, creo que este libro me enseñó que uno puede contar todo tipo de historias: una buena novela o un buen cuento puede ser de algo muy cotidiano, íntimo o familiar, no siempre se necesitan hechos extraordinarios.
Otro de mis favoritos es Rodrigo Fresán. Una de las particularidades que tiene es que mucho de lo que escribe tiene relación con las películas o novelas que le gustan, entonces va construyendo la ficción a partir de aquello que lo rodea. Esto te muestra que siempre tienes algo que contar y que no necesariamente tienes que escribir sobre cosas que te pasaron. Y, por último, quien también ha formado gran parte de mi vida adulta es la obra de Virginia Woolf, a quien siempre revisito, estudio, la converso y no dejo de pensar que es todo un mundo.
Hace poco incursionaste en la literatura infantil junto a Fabián Rivas, con El mapa secreto de las cosas (Amanuta, 2020). Este libro ha tenido gran éxito en la crítica y fue premiado con una Medalla Colibrí 2021. ¿Cómo fue tu experiencia en este proceso creativo pensado, esta vez, para niñas y niños?
Todo partió porque se me ocurrió la historia de un pueblo en el que se comienzan a cumplir los deseos, con un niño como protagonista, quien además carga con la depresión de su papá –aunque esto nunca se menciona explícitamente–. Entonces pensé: qué difícil debe ser para un niño cargar con una enfermedad que no es visible físicamente. En este libro mezclo la historia de Mateo con su papá, detrás dos mujeres poderosas que siempre lo apoyan y lo inspiran. Una historia familiar muy real que se mezcla con los hechos extraordinarios que están pasando en el pueblo.
A medida que lo fui escribiendo me di cuenta que era un libro infantil, que esta vez no era para el público adulto al que siempre acostumbro a escribir y, en una oportunidad, lo compartí con María José Ferrada quien, muy generosamente, lo leyó. Que a ella le gustase fue una muy buena referencia para mí por su gran trayectoria y, además, fue un puente con la editorial para su publicación. Ha sido muy milagroso este libro, quedó hermoso con las ilustraciones de Fabián Rivas, tuve mucha suerte de trabajar con él, me alegra porque le ha ido muy bien y me ha sorprendido gratamente.
En los cuentos publicados en Una música futura y en El mapa secreto de las cosas muestras a los niños y niñas como personas muy conscientes, con personalidades complejas y con poder de decisión. ¿Cuál es tu visión de la infancia en la literatura que estás creando?, ¿crees que se condice con la ya existente?
Me importan mucho los niños y las niñas, me gusta incluirlos en lo que yo escribo. En el caso de El mapa secreto de las cosas quería contar la historia de un niño inteligente, complejo, sensible, un poco nerd incluso, porque son todo un mundo y me fascinan. De hecho, en los agradecimientos de Una música futura incluyo a mis sobrinos porque me han ayudado a ser una mejor escritora, me encanta lo genuino de su actuar y sentir. En Una música futura trato de explorar esta idea bien cliché de que los niños son el futuro. Entonces en los cuentos aparecen en situaciones complicadas o vinculados con la violencia, la autoexigencia, la migración; es decir, en distintas situaciones porque ellos también experimentan estas realidades. Me interesa incluirlos porque es una forma de ver el mundo, una forma de pensar que muchas veces no es inocente, es más bien compleja.
¿Son los cuentos tu formato preferido a la hora de escribir?
Sí, porque se ajusta a mi forma de trabajar. Yo soy muy maniática, siempre parto cuando tengo la primera línea y esa no se edita ni se cambia nunca. No empiezo con una imagen, con el final o con la mitad, siempre con la primera línea. Para mí es como andar en auto con mucha neblina: puedes avanzar hasta tu casa, pero muy despacio y viendo muy poco hacia adelante. Hay escritores que saben cómo van a terminar sus libros, yo nunca lo sé, yo solo sé cómo empiezan, es una sorpresa y me encanta. Una vez que termino el cuento, lo grabo en el teléfono y lo edito a medida que lo voy escuchando. Me fijo si hay palabras que no me gustan, si suenan mal, si me aburro… entonces este nivel de manía es muy difícil en una novela larga, porque cada vez que edito necesito leer desde el comienzo. Necesito prestar este tipo de precisión a mis escritos y esto es posible en los cuentos más que en las novelas.
¿Qué consejos podrías compartir para quienes quieren escribir cuentos?
Lo primero es buscar un tema que te produzca cosas: miedo, incomodidad, vergüenza, para que el lector se acerque a la experiencia que estás contando. Otra cosa es creer en tus historias tal y como las vives o imaginas, sin adornarlas con efectos especiales porque tus experiencias valen la pena. Y, por último, que sean historias orgánicas y genuinas, todo lo vivido, escuchado, leído, pensado y soñado, es buen material de escritura.
Hoy en día en Chile cada vez son más las voces importantes en lo político, cultural y por supuesto, en lo literario. En tu obra, además, la gran mayoría de las protagonistas son mujeres. ¿Es esto parte de una reivindicación? ¿Cómo te sientes frente a esto?
No existe un plan detrás de esto, siempre escribo de lo que genuinamente quiero escribir y, en este caso, me interesan más las historias de mujeres. Ahora bien, yo fui muy afortunada y leí muchas autoras a lo largo de mi vida, pero es una realidad que la gran mayoría de lo que se lee en el colegio y en la universidad está escrito por autores. Y aquí me sumo a esta causa, busco escribir sobre lo que no existe, sobre lo que como mujer quisiera leer, sobre lo que te falta, por ejemplo, relaciones entre tía y sobrina, experiencias diversas de maternidad, de parejas, ideas sobre la belleza y el éxito impuesto, eso me importa.
Otro punto importante en relación a esto es el cambio dentro de la industria editorial, hoy existen más editoriales independientes, muchas de ellas son dirigidas por mujeres, quienes buscan y privilegian voces femeninas y esto hace posible que uno escriba sobre lo que quiera, porque vas a encontrar un espacio para tu voz.
¿En qué te encuentras actualmente, estás escribiendo algo?
Tengo muchos escritos dando vueltas. Este año se publicará un ensayo literario que analiza la literatura chilena desde los objetos que se muestran. También se estrenará una adaptación al teatro que escribí sobre La señora Dalloway con ayuda y compañía de Marco Antonio de la Parra, un libro de cuentos que está en proceso de revisión y, por último, estoy escribiendo una novela que está basada relacionada con El mago de Oz. Espero también en algún momento volver a incursionar en la literatura infantil.
¿Qué libro estás leyendo? ¿Lo recomiendas?
Estoy leyendo muchos, pero me gustaría recomendar La señora Potter no es exactamente Santa Claus de Laura Fernández (Penguin Random House), un libro extraordinario que se publicó el año pasado, y La cacería de los niños de Taeko Kōno (La Bestia Equilátera), cuentos que son altamente impactantes.