Escrito por entregas entre 1872 y 1873, es una de las obras más reconocidas y traducidas del autor francés, cuyas narraciones han encandilado a grandes y chicos de distintas generaciones y latitudes. Una aventura que recorre continentes y culturas diversas, tan vigente como hace ya casi 150 años.

Por Astrid Donoso. Periodista y Máster en Literatura Infantil y Juvenil.

Jules Verne tuvo una vida intensa. Una salud deteriorada que lo acompañó toda su vida; intentó trabajos ajenos a su natural inclinación por la literatura, sufrió el ataque de un sobrino en un confuso incidente que le dejó una cojera que le impidió volver a navegar y vivió un matrimonio que no le hizo especialmente feliz. Pero, a diferencia de esas opacidades de su historia personal que podemos encontrar en algunos de sus libros, en La vuelta al mundo en 80 días (1872) el espíritu es otro, completamente luminoso, muy anclado en la idea del progreso que alimentaba los avances en diversos ámbitos en la segunda mitad del siglo XIX en Europa.

Una fuerza juvenil recorre sus libros, unas ansias por ir más allá de lo cotidiano, por descubrir nuevos horizontes y cruzar fronteras. Sea bajo el mar, hacia la luna o en este viaje alrededor del mundo, Verne cruzó los conocimientos científicos y tecnológicos de una época en ebullición con esos deseos de algo nuevo, de vivir experiencias extraordinarias en lugares exóticos e inimaginables. Todo parecía posible en esos años de grandes avances y pensar en recorrer el mundo en solo 80 días emula bien el sentir de aquellos tiempos de descubrimientos y desafíos.

Jules Verne (1828-1905). Créditos: insidehook.com

La trama comienza con una apuesta. Phileas Fogg es capaz de arriesgarlo todo por demostrar que es posible tal hazaña y pone su fortuna a disposición si no logra dar la vuelta al mundo en esos ochenta días. Habituado a estar recluido en su casa, este adinerado señor inglés es, además, un excéntrico y planea metódicamente el viaje acorde a los horarios de trenes y barcos a fin de no perder tiempo y hacer que todo calce perfectamente.

Soltero, flemático, como todo caballero inglés, viaja con su nuevo asistente, Passepartout –a quien en español conocimos como Picaporte- que llega a trabajar el mismo día de la mentada apuesta en el club, y que contrasta en carácter con su estilo más cercano, empático y sentimental. Él será su compañero en estos tres meses, y pronto emprenden la travesía por diversos países, continentes y culturas. Fogg, que tiene el viaje meticulosamente cronometrado, se enfrentará con la realidad de retrasos e inesperados inconvenientes.

Tres innovaciones de la época son cruciales para entender el libro y su momento histórico. Se crea el primer ferrocarril transcontinental en Estados Unidos, un país muy joven en aquellos años y que auguraba promesas de una mejor vida para inmigrantes y aventureros, lejos de las tradiciones anquilosadas de la vieja Europa. A estos tres mil kilómetros se suma la conexión de los trenes en la India y la apertura del canal de Suez, una de las tantas paradas en el libro. El mundo no solo se conectaba más para efectos de turismo y economía, sino que a la vez parecía más cercano. Cruzar de un extremo a otro parecía posible y de hecho lo fue, más allá incluso del libro.

Nelly Bly (1864-1922). Créditos: BBC

George Francis Train aseguraba que el personaje de Fogg era en realidad su propia historia. Este excéntrico señor postuló a ser candidato presidencial en Estados Unidos y financió trenes, como su propio apellido parece atestiguar. Participó en la comuna de París, fue apresado por unos días por insurrección y fue ayudado por Alejandro Dumas hijo, e incluso se involucró activamente durante la Guerra Civil. Con esta biografía impresionante, Train no solo había dado la vuelta al mundo una vez, sino que tres veces, batiendo su propio récord con solo 67 días. Asimismo, la famosa periodista estadounidense Nelly Bly, quien se hiciera famosa por su trabajo como corresponsal y por trabajar encubierta, se inspiró en el libro y logró la hazaña en 1889 en solo 72 días.

Verne, fiel a su insaciable curiosidad, no escatimó en detalles técnicos en ésta ni en ninguna de sus novelas, donde la historia y la geografía de cada lugar es parte esencial de su investigación y le otorgan realismo a una narración trepidante en movimiento y giros. Pero, a diferencia de las otras y debido a la presión de su editor, incluye un personaje femenino, la joven viuda Aouda y así, con rescate y romance, este libro fue uno de los más exitosos en el momento de su publicación.

De Londres a París, de Turín a Suez y Bombay, de Calcuta a Hong Kong, Shangai, y luego a Estados Unidos para embarcarse a Dublín y, desde allí, regresar a casa. Sea por tren goleta, barco, trineo o a vapor, La vuelta al mundo en 80 días es un clásico de aventuras e ingenio, de correr contrarreloj en pos de una apuesta y la palabra empeñada, donde los imprevistos y personajes singulares delinean una de las mejores novelas del siglo XIX francés.