Reseñas
Kintsugi
Una obra que invita a reflexionar en torno a las relaciones familiares y ver con naturalidad los cambios de la vida, de la autora chilena María José Navia.
Autora: María José Navia
Año: 2018
Editorial: Kindberg
Reseña: Scarlet Ulloa, asesora de proyectos de la región del Biobío.
Cuando somos adultos el tiempo se nos escapa: sin darnos cuenta se acercan las festividades de fin de año, fechas que nos invitan al reencuentro con nuestros seres queridos. Estas celebraciones en familia activan vínculos emocionales que muchas veces nos traen de vuelta recuerdos de nuestra infancia, o de algún evento significativo de nuestras vidas. Lo mismo nos pasa con algunos libros, nos permiten revivir emociones, nos incitan a visitar lugares, ver personas y enfrentar situaciones que nos traen a la memoria fisuras de nuestro pasado. Un libro que nos invita exactamente a eso es Kintsugi, escrito por la chilena María José Navia, publicado por Kindberg Ediciones y financiado por el Fondo del libro 2018.
La autora nos cuenta la historia de una familia que está quebrada y en crisis. Al igual que la técnica japonesa Kintsugi, que convierte cerámicas rotas en una pequeña obra única e irrepetible, la autora busca darle belleza a las cicatrices de los personajes, rescatando sus vivencias y su capacidad de sobreponerse a los obstáculos de la vida.
Kintsugi se compone de once capítulos que funcionan como cuentos, en los que los personajes nos narran con su propia voz sus recuerdos más íntimos y emotivos, tanto de la infancia como la adultez. El tiempo de narración es fluctuante, se va alternando entre los capítulos, por lo que es tarea del lector reconstruir las piezas rotas de esta familia.
El objetivo principal es ver cómo cada personaje busca regenerar sus heridas y enfrentar el quiebre de la familia que habían formado Carolina y José, que termina debido a “lo sentimental de ella y lo brusco de él”; vemos una madre absorbida por el miedo a enfrentar la realidad, que prefiere no aceptar el abandono de su esposo y cómo sus hijos crecen con dudas, frustraciones y delimitaciones, y buscan superarlas años más tarde.
Tomás, el hijo mayor, tiene una relación tensa con su padre, cargada de secretos y sensaciones nocivas. Cuando crece, se obsesiona con su profesión y la ve como la única forma de validarse, pero esta también se convierte en su escondite, y es donde guarda la angustia que más tarde se convierte en la toxina que lo hace enmudecer. Sofía, con quien nos encontramos frecuentemente en la narración, nos muestra las preocupaciones y los miedos más viscerales de su vida, buscando superar su soledad en lugares precarios, con gente desconocida, escapando de sí misma. Y, por último, Eduardo o “Ed”, como lo llamaba su madre en silencio, es el hermano menor, quien lleva la vida más normal en comparación con los demás. Sofia piensa que es el más alegre de los tres y le da gusto que alguno de ellos logre ser feliz.
Son Ed y Carolina, su madre, quienes buscan reconstruir los lazos familiares, tomando la tecnología como una herramienta y aliada. A través de mensajes de texto les recuerdan a las demás fechas importantes, retoman conversaciones o momentos familiares y los inmortalizan con una cámara.
Lo cierto es que nos encontramos con una novela triste, donde el desenlace de cada uno nos sorprende y nos emociona. Los personajes femeninos son los que toman más cuerpo y profundidad en la historia, ya que constantemente nos abren las puertas de sus recuerdos para que conozcamos su infancia, que es el lugar de donde provienen sus penas, amarguras y traumas.
La forma de escribir de la autora es tenue y un tanto sobrecogedora, entre líneas expresa emociones tan intensas como el dolor, la angustia, la soledad y el sufrimiento. Sus cuentos son reveladores, nos paralizan y hacen que nuestros estómagos se aprieten, haciéndonos vivir en carne propia lo que sienten y hacen los personajes. Esto nos ayuda a comprender quiénes son y porqué actúan de esa forma.
Por todo esto, Kintsugi es una lectura ideal para esta época del año. Nos hace reflexionar sobre las relaciones que mantenemos con nuestros familiares y nuestras amistades. Así, entendemos que muchas veces conocemos solo una parte de las personas, aquella que ellos nos quieren mostrar, dejándonos en la oscuridad respecto a su verdadera forma de pensar, desconociendo sus miedos, frustraciones e incluso su verdadero estado de salud.
Esta obra nos invita a ver con naturalidad los cambios de la vida y las relaciones. Muchas veces estas se fracturan, pero se pueden reparar, quedando como huellas imborrables las cicatrices que le dan fuerza y belleza a la historia de nuestras vidas.