Las prisiones son lugares simbólicos en que nadie quisiera estar. Lugares tristes, reducidos, donde el alma está empeñada. Pero también son lugares paradójicos, espacios donde renace el pensamiento y la palabra. Por: Arlene Muñoz.

Las prisiones son lugares simbólicos en que nadie quisiera estar. Lugares tristes, reducidos, donde el alma está empeñada. Pero también son lugares paradójicos, espacios donde renace el pensamiento y la palabra. Ejemplos de esto hay muchos, porque la literatura ha estado por momentos ligada a la cárcel, de la mano de quienes canalizaron en letras sus vidas cautivas, como Nelson Mandela y Mahatma Gandhi, Cervantes y Oscar Wilde. La cárcel puede ser un contexto en el que pueden florecer escritores, pintores y artistas;  un semillero de grandes ideas, que pueden transformarnos y transformar la sociedad.

El “Gato”, como es conocido Marcelo Ibarra en el mundo de la cárcel, fue uno de los delincuentes más buscados del norte de Chile. Fue famoso por sus ingeniosas fugas, pero también por su búsqueda artística, que lo llevó a convertirse en un artista experimental. Alejado desde 1998 del delito, ha iniciado trabajos de autogestión, y ha creado vínculos con profesionales de las ciencias sociales con quienes hoy realiza talleres de escritura, de creación de libros cartoneros y pintura; oficios que Marcelo aprendió de manera autodidacta.

Desde que decidió cambiar su destino,  Marcelo se ha dedicado a golpear puertas y tras varios años de trabajo, ha logrado realizar talleres dentro de la cárcel, provocando instancias que son una oportunidad de cambio para los internos. Enseñando el oficio de los libros cartoneros, ha entusiasmado a otros a escribir y a expresar sus  ideas. Así, con el apoyo de profesionales de las ciencias sociales, ha formado un equipo de apoyo a la reinserción social independiente.

Marcelo Ibarra edita libros cartoneros en sus talleres de escritura

Los textos que Ibarra ha recopilado hablan de experiencias de vida de los seres marginados: los escritores han recurrido a los espacios íntimos de la familia, la soledad y el compañerismo. Recoge relatos personales que en su conjunto, más allá de las personas específicas que escribieron, son testimonio del mundo en que vivimos, las causas sociales asociadas al delito, y de cómo la sociedad segrega y produce carencias afectivas, emocionales, que luego se reproducen en las familias. Producto de estos talleres de escritura surgió el libro cartonero “Muertos en vida”.

El trabajo de Marcelo Ibarra es una invitación a habitar el lugar y el lenguaje de los otros, a encontrarse con el compañero, a mirarlo desde otro punto de vista, a conocer su mundo interior.