Estar a cargo de la biblioteca escolar no es solo ejecutar actividades de gestión bibliotecaria, sino asumir el importante desafío de la mediación lectora. Este trabajo, realizado especialmente por mujeres en las bibliotecas Viva Leer, consiste en guiar a la comunidad educativa hacia el camino del gusto por la lectura, construyendo y abriendo espacios para el encuentro o reencuentro entre lectores y libros.

Es un hecho que el tiempo trae cambios y las escuelas no están exentas de ello. Los roles de cada miembro de la comunidad se han reestructurado para asumir nuevas competencias; entre ellos, la de gestión bibliotecaria, que contempla el desarrollo de uno de los compromisos más relevantes dentro de la educación: la mediación de la lectura. Esto involucra guiar a los usuarios de una biblioteca escolar hacia el camino del gusto por este ejercicio cultural para construir y abrir puertas que llevan al encuentro o incluso reconciliaciones entre lectores y libros.

Las funciones de los encargados y encargadas de bibliotecas (EB) van desde el mantenimiento de las colecciones bibliográficas, coordinación de procesos técnicos hasta la promoción de la lectura, siendo esto último lo más relevante de su rol, pues es una obligación descubrirlo y saborearlo como una golosina que entrega gusto y placer.

Uno de los ejercicios que ayuda a potenciar los lazos con la lectura en primera instancia, es pensar en aquellas imágenes que nos evoca este importante momento en nuestras vidas. Por ejemplo, aquella persona que nos relataba historias cuando pequeños y pequeñas –ya sea en el aula o en el calor del hogar–, y que propiciaba el encuentro con el libro con historias que nos trasladaban a otros mundos prestos a ser explorados y, a su vez, dejando una gran huella de conocimiento sublime a nuestra conciencia. Es ahí donde comienza la construcción del mediador.

A raíz de la pandemia, las EB buscaron nuevas formas de mantener el interés por la lectura. En la foto: Claudia Pastén, encargada de biblioteca Viva Leer en Copiapó.

Lo ha dicho Michèle Petit en su libro Leer el mundo, explicando cómo el adulto es el encargado de presentar el mundo a las nuevas generaciones, revelando no solo el lenguaje escrito, sino que el lenguaje a través de la narración, el intercambio cultural, el legado de nuestra experiencia a nuestros niños y niñas.

“Por mil razones vitales, los padres y los otros promotores culturales presentan el mundo a los niños con la ayuda de cuentos, canciones, historias, imágenes de libros infantiles, leyendas familiares, recuerdos. Leen con ellos los paisajes y los rostros que los rodean. A menudo, de manera intuitiva, usan simultáneamente diferentes registros sensibles en esos momentos de transmisión. Así, cuando leen libros ilustrados en voz alta, lo que proponen a los niños es casi una pequeña ópera: despliegan un decorado, toda la fantasmagoría de las imágenes de las ilustraciones y resulta apropiada una escucha musical en la que voz está en el corazón de la fiesta”. (Michèle Petit, 2015)

El hábito de la lectura no se da de manera natural, sino que claramente es un acto que se debe influenciar. Es por esto que hay que insistir sobre la importancia del rol de los mediadores y mediadoras, para fortalecer los vínculos de niños y niñas con los textos y el lenguaje oral o escrito. Yolanda Reyes nos enseña la importancia del triángulo amoroso en la creación de la relación afectiva con el libro, en el que la presencia del mediador es esencial, no como un tercero, sino con un actor primario, básico en la creación del vínculo. Este triángulo lo conforma el libro, el niño o niña y el mediador. Ninguno de los tres aparece como primero antes que otros, sino que las tres figuras son relevantes y protagonistas del momento de la lectura.

En la foto: Rita Maya, encargada de biblioteca Viva Leer en San Luis, Coquimbo.

El mediador o mediadora va abriéndose paso en el fomento lector, un camino pedregoso en el que muchas veces no es fácil transitar: donde se tiene que sobrepasar la barrera de las metas propuestas en los planes de lectura de los establecimientos que, muchas veces, se reducen a conseguir buenos resultados para pruebas de medición. Enfocarse en el valor de la lectura como un instrumento de apertura al mundo de los estudiantes resulta arriesgado, sin embargo, está en las manos de cada encargado o encargada de biblioteca impulsar el gusto y hábito hacia este ejercicio. Felipe Munita lo señala claramente:

Un mediador de lectura es el actor socioeducativo cuyo propósito es construir condiciones favorables para la apropiación cultural y la participación en el mundo de lo escrito por parte de sujetos que no han tenido la posibilidad de disfrutar de esas condiciones.

Finalmente, debemos plasmar lo activo y dinámico que el mediador o mediadora debe ser, enfocándose primordialmente en los inicios del lector. En este sentido, es importante reflexionar sobre cuál es nuestra posición al respecto y qué mejor que evocar esas emociones y sentimientos de nuestra infancia, cuando estuvimos frente de aquella imagen que nos vinculó de alguna manera afectivamente con el mundo de los libros y la fantasía. Este rol es un estilo de vida y es que quienes son buenos mediadores de lectura en sus escuelas y con sus estudiantes, sin duda lo son también en su núcleo íntimo y familiar. El ser lector no nace, se hace y está en nuestras manos ser quienes abran esa primera puerta.