Fuertemente unida a la industria editorial, la historia de la ilustración chilena ha pasado por diversas etapas y sumado a decenas de hombres y mujeres que, con su talento, han dado vida a personajes e historias, llenando de trazos las páginas de libros y revistas durante más de un siglo y medio. (Ilustración de portada: álbumes para colorear de Zig-Zag).

Por Claudio Aguilera y María Isabel Molina.

La historia de la ilustración chilena comienza con vistas de los valles centrales y la flora y fauna del territorio. Porque, si bien podemos encontrar algunos tempranos antecedentes en obras como Histórica relación del Reyno de Chile (1646), de Alonso de Ovalle, y Cautiverio feliz(1673), de Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, hubo que esperar al siglo XIX para que la ilustración se instalara en Chile.

A partir de 1840, gracias al impulso de intelectuales liberales y un creciente desarrollo económico y tecnológico, comenzaron a circular libros de carácter gráfico, muchos de los cuales se imprimieron fuera del país, con grabados de gran factura que complementaban los textos, sin tener necesariamente una función decorativa. Algunos ejemplos fueron el Álbum de trajes chilenos (1834), de Mauricio Rugendas; Historia física y política de Chile (1844), de Claudio Gay y El álbum de la gloria de Chile (1883), escrito por Benjamín Vicuña Mackenna e ilustrado por Luis Fernando Rojas, uno de los pioneros de la ilustración chilena.

Paralelamente, la ilustración ingresó a la prensa satírica y cultural y a las publicaciones vinculadas a la educación. En 1857, Enrique María de Santa Olalla presentó la Enciclopedia de la infancia, la primera publicación infantil completamente ilustrada en Chile. Al año siguiente se fundó El correo literario, primer periódico con caricaturas, en el que participaron dibujantes como Antonio Smith y Benito Bastarrica.

Zig-Zag, El Peneca y otras revistas infantiles

A comienzos del siglo XX hubo un fuerte impulso a la ilustración chilena en ámbitos tan diversos como la publicidad, la creación de marcas y empaques, y la edición. Uno de los artistas gráficos que destacó en estas áreas fue Alejandro Fauré, quien difundió algunas tendencias europeas como el Art Nouveau.

En la misma época se inició un proceso de modernización de la prensa chilena que tuvo entre sus ejes principales la ilustración. Larevista Zig-Zag (1905) jugó un rol fundamental, al implementar tecnologías que mejoraron la calidad de impresión de las obras gráficas y al dar espacio a un sólido grupo de colaboradores artísticos. Entre ellos se encontraban Nataniel Cox Méndez (Pug) y Pedro Subercaseaux, autor de Von Pilsener, el primer personaje del cómic nacional; un equipo de artistas europeos como el francés Paul Dufresne, el español Juan Martín y los italianos Carlos Zorzi y José Foradori, junto a los chilenos Julio Bozo (Moustache) y Raúl Figueroa (Chao).

Al alero de Zig-Zig surgieron revistas para diversos públicos, entre ellas El Peneca (1908), la que fue esencial en la consolidación de ilustración infantil en Chile, especialmente a partir de 1921 cuando asumió su dirección la escritora Elvira Santa Cruz (Roxane). Ella inició una completa renovación de sus páginas e incorporó a ilustradores como Fidelicio Atria, Mario Silva Ossa (Coré) y Elena Poirier, transformando la revista en una de las más leídas del país.

A El Peneca se sumaron pronto otras revistas infantiles, como El Pibe (1923); Mamita (1931-1933); Topazín (1932), creada por Jorge Délano (Coke), fundador de Topaze, la publicación más importante de sátira política; El Abuelito(1934-1935); Chascón (1936); Campeón (1937) y Álbum Mickey (1937-1938). En ellas colaboraban los dibujantes Alfredo Adduard, Marío Torrealba (Pekén), René Ríos Boettiger (Pepo), Jorge Christie, los hermanos Juan Gálvez Elorza (Fantasio) y Mario Gálvez Elorza (Ares), y Juan Francisco González Ramírez (Huelén).

Editorial Rapa-Nui, ilustración infantil y nuevas historietas

Durante la década de los 40 la edición de libros ilustrados se consolidó y diversificó. A la labor de las editoriales Zig-Zag, Nascimento y Ercilla –en las que participaron artistas como María Valencia, Gracia Barrios y Gustavo Carrasco- se sumó, en 1946, Rapa-Nui, el primer sello nacional dedicado a la infancia. Fundado por el editor catalán Francesc Trabal y el escritor chileno Hernán del Solar, publicó el trabajo de Coré y Elena Poirier, los hermanos Aníbal y Lautaro Alvial y Jorge Christie, autor de la primera tira cómica diaria chilena. La editorial acogió también a ilustradores como Yola Huneeus, hermana de Marcela Paz, y a una serie de artistas que emigraron desde Europa debido a las guerras, como los españoles Darío Carmona y Roser Bru; los italianos Paolo, Vittorio, Claudio Di Girolamo y Giovanni Corradini (Nino); y la austriaca Hedi Krasa.

Durante ese período surgieron también nuevas revistas infantiles, entre ellas El Cabrito (1941-1948), Simbad (1949-1956), El Colegial (1941-1942), Aladino (1949-1951) y Okey (1949-1965), cuna de Condorito, en las que debutó una nueva generación de ilustradores como Themo Lobos, Renato Andrade (Nato) y Luis Goyenechea Zegarra (Lugoze). Fuera del ámbito editorial, artistas como Camilo Mori, Francisco Otta, Luis Troncoso Ossandón, Kitty Goldmann y Santiago Nattino, entre muchos otros, dieron un fuerte impulso al cartelismo.

En la década de los cincuenta, la Biblioteca Infantil de Zig-Zag incorporó a sus colecciones las series Azul y Amarilla, bellamente ilustradas porElena Poirier y Coré, quien algunos años antes había creado las recordadas imágenes de El Silabario Hispanoamericano, de Adrián Dufflocq Galdames. La editorial también innovó con la publicación de libros para colorear, recortar y armar, muchos de ellos coordinados e ilustrados por el diseñador catalán Mauricio Amster.

Paralelamente, la historieta comenzó a ganar espacio en el medio editorial. Algunos ejemplos son Barrabases, revista pionera del cómic deportivo, y El Peneca, que bajo la dirección del dibujante español Víctor de la Fuente fue rebautizada como El intrépido Peneca. En los años 60 la tendencia se consolidó con el nacimiento del departamento de historietas de Zig-Zag, a cargo de Elisa Serrana, que llegó a editar más de 25 títulos con autores como Máximo Carvajal, Mario Igor, Abel Romero, Juan Francisco Jara, Lidia Jeria, Lincoln Fuentes y Germán Gabler.

Icarito, Mampato y Editorial Quimantú

En 1968 debutaron otras dos publicaciones de gran influencia: el suplemento educativo Icarito, creado por los dibujantes Carlos Cabrera (Ariel), Jorge Mateluna y Jalid Daccarett, y la revista La Chiva, una apuesta independiente y vanguardista de los jóvenes humoristas gráficos Hernán Vidal (Hervi), Alberto Vivanco, Jorge Vivanco (Pepe Huinca) y José Palomo.

El mismo año se creó Mampato, presidida por el dibujante Eduardo Armstrong. Por sus páginas pasaron algunos de los más importantes ilustradores chilenos, destacando Oskar Vega y Themo Lobos, quienes dieron vida a la memorable serie de aventuras Mampato.

Otro hito de los años 70 fue Editorial Quimantú, la que mantuvo parte importante de las revistas de historietas que venían de Zig-Zag, pero también abrió nuevas publicaciones en las que la ilustración tuvo un rol preponderante. Desde revistas como La Firme a las portadas de la colección Minilibros, pasando por la revista infantil Cabrochico, con portadas del argentino Oski y dibujos de Guillermo Durán (Guidú) y Luis Jiménez, y la colección de libros para niños y niñas Cuncuna, que incluyó trabajos de Marta Carrasco y Fernando Krahn.

Papelucho, humor político y una nueva generación de dibujantes

El golpe militar de 1973 puso fin a toda una época de la ilustración chilena. El exilio y la persecución de artistas y editores, sumado a la censura y las restricciones económicas, llevaron a muchos ilustradores a la publicidad, los suplementos en diarios, las publicaciones educativas y las apuestas editoriales independientes.

Entre los dibujantes que lograron seguir publicando destacan Marta Carrasco, quien en los años 80 comenzó a ilustrar la serie Papelucho y otros importantes libros de Marcela Paz, Carlos Rojas Maffioletti, Andrés Jullian, Eduardo Osorio y María Soledad Folch. El medio gráfico vivió una reactivación hacia mediados de la década. Mientras Hervi, Guillermo Bastías (Guillo) y Alejandro Montenegro (Rufino) se burlaban del poder en la prensa de oposición, una nueva generación de dibujantes vinculados a la contracultura comenzaron a participar en revistas como Trauko, Matucana y Ácido que, pese a su corta vida, serían la base para la renovada escena que se gestaría a partir del 2000.