Es muy común que por desconocimiento el álbum sin palabras se destine para la primera infancia o para niños y niñas que aún no saben leer. Sin embargo, son libros que nos invitan a explorar las complejidades del código visual en toda su magnitud.

Por Macarena Pagels

Frente a la ausencia de textos puede parecer que un álbum sin palabras sea el más indicado para lectores no alfabetizados, ya que se da por hecho que la interpretación de las imágenes es de lo más natural desde que somos pequeños. Es más, suele haber una identificación entre público no lector con público lector de imágenes y es muy común que por desconocimiento estos libros se destinen para la primera infancia o para niños y niñas que aún no saben leer. 

Sin embargo, al abrir sus páginas y recorrerlas con atención veremos que se nos presenta un gran desafío, pues parece ser que cuando el texto desaparece nos encontramos a la deriva de las ambigüedades de la imagen y de sus significados flotantes, que no nos es posible retener ni anclar con ningún tipo de frase en la página. Entonces, surge la necesidad de mirar con atención, observar los detalles, avanzar y retroceder a través de las ilustraciones para interpretar el sentido de la obra y sus significados, lo que da cuenta de la complejidad de este tipo de libros y de las habilidades de lectura que nos invita a desarrollar. 

Volver a la imagen

En la biblioteca y en el aula es común que el álbum sin palabras sea un pretexto para reconstruir la trama que está ausente y traducir en palabras lo que la imagen intenta comunicar. También despiertan interesantes conversaciones y debates grupales sobre el sentido y los significados que suscitan las ilustraciones e incentivan el intercambio de impresiones sobre lo que ha ocurrido entre sus páginas. 

Pero, además de estas actividades, un libro mudo es una excelente ocasión para conectarnos con el código visual y sus múltiples signos. No tenemos que olvidar que hasta la más sencilla de las ilustraciones es una representación artificiosa, compleja y sujeta a convenciones, que está cada vez más presente en nuestro entorno y nuestras vidas y que es necesario comprender en profundidad. 

Por eso mi invitación es a olvidar por un momento las palabras que están ausentes y centrarnos cada vez más en la imagen, tanto para profundizar en la comprensión de sus significados como por el placer estético de mirar sus páginas ilustradas.

Capital, de Afonso Cruz

Nuevas experiencias de lectura

En el proceso creativo de muchos ejemplares, los ilustradores han concebido desde su génesis esta forma de contar historias. Coinciden en que a través de las imágenes es posible transmitir diversas sensaciones, ampliar las posibilidades de lectura y crear nuevos mundos de ficción. Para Suzy Lee, creadora de La trilogía del límite, la parte más exigente de este proceso es la de “guiar a los lectores y a la vez dejar abiertas todas las posibilidades para que puedan experimentar diferentes emociones al leerlo.“ En los tres títulos que componen esta trilogía, el pliegue central del libro juega un rol fundamental y deja abierto un espacio de creatividad muy bien explorado por esta artista. 

¿Cómo nos enfrentamos al código visual y sus signos? Desprovistas de texto, las ilustraciones se esfuerzan en eliminar cualquier atisbo de ambigüedad e intentarán denotar una acción, unos personajes y unos hechos lo más claramente posible con los recursos que disponen. Para esto se sirven de la luz, el color, dibujos y siluetas, símbolos, figuras, manchas, trazos, contornos y otros elementos visuales para comunicar un mensaje. 

Sombras, de Suzy Lee

Un excelente ejemplo de esto es el álbum Swing, de João Fazenda, en el que recursos como el color, las líneas y la disposición de las imágenes en la página dan cuenta del conflicto que atraviesa su protagonista, cuya vida monótona y aburrida se expresa mediante líneas rectas y colores fríos, en contraste con la vitalidad de los personajes que bailan y se elevan al ritmo de la música, dibujados en líneas curvas y colores cálidos. 

Pensamiento visual

Las ilustraciones ofrecen una excelente ocasión para llevar la mente de acá para allá, poner en funcionamiento la percepción y el desarrollo del pensamiento visual, que desencadenan operaciones mentales que fluctúan entre lo intuitivo y lo racional y están muy vinculadas con los sentidos y la experimentación. De hecho, a menudo nos cuesta poner en palabras lo que ha sido formulado por la imagen. 

La lectura de una trama visual suscita una experiencia distinta que la de un texto escrito. Mientras que este último sólo permite un encadenamiento lineal de los enunciados, la imagen permite la simultaneidad y la visión de campo de una escena en toda su complejidad. La página ilustrada ofrece un recorrido para el ojo, que transitará por todos los detalles de la composición previamente ordenados y jerarquizados por el artista. Puede parecer una sutileza, pero son operaciones que impactan en el desarrollo cognitivo y artístico de niños y niñas.

Es este el juego de experimentación y creatividad que ofrece un álbum sin palabras, en el que sus lectores extraen sentido haciendo inferencias de lo que observan en una trama compleja, llena de mensajes abiertos a la interpretación debido a la naturaleza ambivalente del código visual. Esto significa un ritmo de lectura distinto, más pausado y concentrado y probablemente varias relecturas.

El álbum silente es quizá el formato más exigente y la participación del lector debe ser por lo tanto mucho más activa. En este proceso tienen que entrar los conocimientos previos y el bagaje cultural del lector, como también sus sensaciones y emociones.

Swing, de João Fazenda

En síntesis: claves para leer álbumes sin palabras

  • Son libros que nos invitan a mirar las ilustraciones, pasar la página y retroceder, observar los detalles, inferir los significados y elaborar hipótesis sobre el sentido.
  • Ofrecen una lectura desafiante que invita a la experimentación, rompe con la linealidad de la forma convencional de leer y obliga a nuestra a visión a moverse por toda la página.
  • Son una oportunidad para explorar y conocer el código visual y la interacción de sus signos, como el color, el trazo, la luz, figuras, símbolos, etc.
  • Estimulan el desarrollo del pensamiento visual y de la percepción, habilidades fundamentales para desenvolvernos en un mundo lleno de estímulos visuales.

Martes, de David Wiesner