Con enfoques que van desde lo humorístico, hasta lo poético, la muerte es un tema recurrente en la literatura infantil. Te invitamos a un breve recorrido literario por el trabajo que han hecho diferentes autores en esta área. Por: David Agurto, coordinador zona centro.

La muerte es uno de los tópicos más interesantes, dinámicos y presentes en la literatura. Tener una crónica que anuncie tu muerte, batallas eternas en las cuales gran parte de los personajes van a morir, o una historia de amor imposible por una enfermedad terminal de uno de los personajes, podrían ser grandes temas para una narración. ¿Pero qué pasa con este tópico en la literatura para niñas y niños? ¿Es necesario que autores e ilustradores dediquen parte de su trabajo a este tema? ¿Será bueno que los más pequeños tengan acceso a este –para muchos– delicado tema? La respuesta a estas dos últimas preguntas es sí. Ya es un hecho que parte de la oferta editorial que existe en la literatura infantil y juvenil contiene a la muerte como tema principal.

Llegó a mis manos –como regalo de la navidad pasada– un ejemplar de La melancólica muerte del Chico Ostra (Anagrama), el primer libro de poesía del aclamado director de cine, Tim Burton. Los textos e ilustraciones datan de fines de los noventa y se podría pensar que, al igual que su cortometraje Frankenweenie de 1984, no es apto para niños ya que podría ser muy terrorífico. Personajes esperpénticos y desdichados –clásicos en las películas de Burton– son protagonistas de los diversos poemas. Pero si vamos más allá, y a pesar de que las publicaciones del libro no están en casas editoriales dedicadas a la LIJ, tiene algo especial. Niñas y niños debiesen leer el libro y juzgar si realmente los personajes merecen morir, a pesar de su monstruosidad.

La muerte es parte de la vida y no debería ser silenciada a los niños. No hay duda que es un tema complejo, pero adultos y mediadores no deben hacer quite a este tema, sino plantearlo en la mesa, es muy probable que niños y niñas no solo tengan preguntas, sino muchas respuestas al respecto. Todos tenemos, o tendremos, alguna experiencia con la muerte: Una mascota que ya no está, un familiar u cualquier otro ser querido, puede estar cercano a morir, o incluso ya haber sido enterrado. Y, es más, todos vamos a morir. El pato y la muerte (BFE, 2007) del alemán Wolf Erlbruch - un álbum que puede ser leído por pequeños y grandes, e incluso en familia– propone un encuentro entre ambos personajes y nos cuenta cómo forman una amistad en medio de la incertidumbre del pato que poco a poco va asumiendo que la parca ha venido a su encuentro.

La muerte, en las palabras e ilustraciones de Erlbruch, muestra su lado más humano. Es temerosa del agua, pasa frío y goza de pequeños detalles como subirse a la copa de un árbol a mirar el horizonte. Se muestra paciente en la espera de la hora del ave. Es un libro necesario a la hora de entender que la muerte no es tan mala como parece y que la mayoría de las veces no llega de forma violenta. Aunque otras veces sí. Tal como ocurre con Los pequeños macabros (Libros del Zorro Rojo, 2010) de Edward Gorey. El libro es parte de una serie del escritor estadounidense llamada La fábrica de vinagre, tres tomos de enseñanza moral, que tal vez, pienso puede ser una influencia directa al mundo propuesto por Burton en su libro.

Los pequeños macabros es un abecedario bastante particular. 26 niños, cada uno con nombre que indica una letra del alfabeto, mueren de forma repentina dentro de su cotidianidad o en situaciones muy tétricas Como Basil, que muere atacado por unos osos, o Desmond arrojado de un trineo. La propuesta de Gorey exige un lector avezado que pueda completar la trágica historia de cada niño o niña, ya que solo entrega una frase y una ilustración.

Otra forma de tratar la muerte es la mirada que entregan Wander Piroli y Odilon Moraes, ambos brasileños, quienes en su libro Matador (Babel, 2015) relatan el drama moral que vive un niño que, resortera en mano, da muerte a un pequeño gorrión. Lo dramático de la situación no solo está en el hecho. El protagonista, quien relata en primera persona, se declara como el único de sus pares con mala puntería y que nunca ha matado un ave. Cuando logra hacerlo, se encuentra solo, pero tiene un problema mayor: el disparo no ha logrado asesinar al pajarito y en una escena marcada por la desesperación deja inerte al ave lanzándola contra el muro, lo que trae como consecuencia que el piar del gorrión quedará como una voz indeleble en su interior recordándole por siempre el error. Un libro que nos recuerda ese primer dilema moral de la infancia que silenciamos eternamente.

El recorrido que he propuesto hasta acá, muestra ese lado más extravagante de la muerte, que muchos lectores jóvenes pueden buscar. La muerte puede ser incluso un objeto de culto. Pero, la muerte también es vista como un proceso, como parte de la vida, tal como mencioné unos párrafos antes. Dos libros que se encuentran en la colección de las bibliotecas escolares Viva Leer tienen como punto en común ese rasgo: después de la muerte hay vida. No desde la visión teológica, sino en lo cotidiano.

Bigudí (Limonero, 2015) de Delphine Perret y Sébastien Mourrain, es la historia de una mujer y su perro Alfonso, quienes comparten una intensa rutina día a día, hasta que su bulldog francés y gran amigo, da el último suspiro. Sin embargo, el relato da un vuelco, pues Bigudí que continúa su rutina, pero ahora llena de tristeza, se da cuenta que está rodeada de muchos más amigos que poco a poco la van consolando. También rodeado de amigos está Sapo, el clásico personaje de Max Velthuijs, quien en Sapo y la canción del mirlo (Ekaré, 1991) se encuentra con la pequeña ave muerta, y se pregunta si solo estará dormida. Liebre su intrépido y sabio amigo, se da cuenta que ha fallecido, y el libro se torna triste, ya que, deben enterrarlo y recordar su canto. Pero esto, solo hasta que aparece otro mirlo con una nueva canción. Un relato que nos viene a recordar que la muerte solo es un paso más de la vida, y que esta siempre continúa.