Reportajes
El camino del mediador
Estanterías repletas de libros y lectores potenciales. ¿Cómo vincularlos? ¿Cómo crear un puente entre ellos? Rescatamos cuatro acciones esenciales descritas por Geneviève Patte que todo mediador de lectura debiese implementar en sus proyectos bibliotecarios.
Por David Agurto Álvarez. Profesor de Lenguaje y mediador de lectura, con estudios en Edición y Literatura Infantil y Juvenil.
Ser un buen mediador de lectura implica, en primer lugar, ser buen lector y disfrutar de los libros. Transmitir ese amor es un rasgo esencial para esta actividad. No obstante, para formar lectores y construir comunidades lectoras, el proceso de mediación es complejo.
No basta solo con ser buen lector y hacer buenas recomendaciones de títulos. El mediador de lectura es el encargado de crear vínculos entre las personas y los libros. Es un formador de lectores, que debe estar atento a las necesidades de los demás. Recomienda libros, pero también abre ventanas a nuevas lecturas, nuevos géneros, nuevos formatos. Y aún más, enseña las claves para abordar los textos, en qué debe fijarse el lector, cómo comprender los posibles significados que contiene un relato.
Entonces, qué hacer cuando tenemos, por un lado, cajas y estantes llenos de libros en nuestras bibliotecas y, por otro, lectores y potenciales lectores ávidos por leer. No es suficiente dar a conocer tales libros, es necesario hacerse cargo de una comunidad lectora amplia y diversa, con personas muy distintas entre sí. Por lo tanto, y en cierto modo, tenemos que hablar de la profesionalización del mediador.
El mediador de lectura en acción
La mediación de libros se debe traducir en acciones concretas. Sin embargo, muchas veces se reduce a actividades que deben ser divertidas y que se insertan en una especie de aura de ternura. Ser afectivo es un rasgo fundamental de un buen mediador, pero la mediación no debe quedar en un conjunto de acciones que encajen en esa característica. Es recurrente ver a mediadores de lectura disfrazados, con un espacio adornado y una tremenda performance, pero olvidan lo más importante: el libro.
En general, la lectura tiene una valoración social muy alta. Es común escuchar frases como es bueno leer o la lectura te hace viajar por nuevos mundos. Sin embargo, las prácticas dicen lo contrario. Entonces, ¿qué hacer? ¿Cómo llegar a todas esas personas? ¿Cómo convencerlos? ¿Cómo recomendar el libro adecuado para tal o cual lector? ¿Cómo fomentar la lectura?
Hay una serie de acciones que se pueden realizar de manera sistemática. Geneviève Patte, una reconocida bibliotecaria francesa, en su libro Déjenlos leer. Los niños y las bibliotecas (FCE, 2008) cuenta una serie de experiencias y reflexiones en torno a cómo usar la biblioteca y cómo mediar la lectura. He aquí algunas a modo de consejo que resultan muy pertinentes.
La conexión con los usuarios de la biblioteca
La bibliotecaria francesa, al implementar una biblioteca para niños en Clamart, un barrio obrero de París con importantes urgencias de salubridad, se preguntó cuál es el papel que debe desempeñar la biblioteca en esa comunidad. La información la recabó observando a la comunidad y conversando con las personas. Uno de los problemas que detectó es que no solo los niños tenían desinterés por la lectura, sino también los adultos que, la mayoría de las veces no tenían las respuestas para las curiosas preguntas de sus hijos.
Como parte de la elaboración de un proyecto bibliotecario de mediación lectora, se debe identificar a la comunidad. Cuáles son sus necesidades, sus problemáticas y sus intereses. De qué formas la biblioteca puede aportar a solucionar y cubrir esos ámbitos.
Cada biblioteca debe estar contextualizada a la realidad de la comunidad en la que se encuentra inserta. Se puede conversar con la gente, realizar encuestas, entrevistas, foros de discusión. Más allá de los estándares de políticas públicas o institucionales, que ya entregan un marco amplio, el mediador de lectura debe hacerse cargo de conocer a las personas, en su individualidad y en su conjunto, de otra forma, jamás logrará acercarles los libros.
La selección de los libros
Patte dedica varios capítulos a la selección de libros. Clasifica algunos por género: clásicos, ficción, álbum, informativos. Inicia este capítulo haciendo referencia a lo difícil que es elegir libros para niños.
Exhibe dos casos. Uno es el de los profesores que construyen una biblioteca de aula con lo que tienen a mano, donaciones de los mismos estudiantes, saldos de editoriales, libros que provienen de programas ministeriales, basándose en lo que intuyen que es bueno que lean sus alumnos. El segundo caso es de los padres, que seleccionan libros para sus hijas e hijos, que ellos, como adultos, consideran que es bueno que un niño lea.
Una de las acciones fundamentales para la mediación de la lectura es la adecuada selección de libros bajo una serie de criterios. Muchas veces se impone el criterio personal, pero hay que recordar que es el otro quien importa en este vínculo.
Cuando se escoge un libro para recomendar, hay que pensar en la persona a la que se recomienda ese título. Si se realiza una lectura de álbum en voz alta, hay que detenerse en el público objetivo de esa lectura, en sus posibles características. Volvemos al punto anterior: conocer a la comunidad lectora es fundamental para seleccionar más lecturas. Y también es esencial conocer la colección bibliográfica que tenemos a mano, por mínima que sea.
Siempre tenemos opciones. No se trata de dar a leer algo solo por la creencia de que leer es bueno. Se trata de dar a leer el libro que se considere más adecuado para que la otra persona disfrute de la lectura.
La hora del cuento
“Favorece el descubrimiento del placer de leer, de penetrar en un universo nuevo, y además sin miedo, porque se escucha el cuento, se descubre en compañía de los demás” señala Geneviève Patte. La hora del cuento en proyectos de mediación lectora en comunidades debe ser una de las acciones más fructíferas en cuanto a provocar interés por la lectura.
La publicación de la bibliotecaria francesa se refiere siempre a los niños, pero la hora del cuento también es una buena actividad para los jóvenes y adultos. Se trata básicamente de realizar una actividad periódica de encuentro entre las personas y un libro. Al ser de carácter comunitario, los resquemores iniciales se van perdiendo. Si la hora del cuento o cualquier otra actividad similar no es sistemática, no resulta efectiva para crear vínculos con la lectura.
Orientar al lector en la biblioteca
Esta es una de las acciones fundamentales para la mediación lectora, y sin duda una de las más relevantes. “El niño necesita tiempo para buscar, discutir con otros, hojear libros” sostiene Patte. Los adultos también necesitan de ese tiempo.
La asesoría individual es otra oportunidad de conocer a los niños, lo que les gusta leer. Para los mediadores de lectura insertos en proyectos como una biblioteca escolar o una biblioteca pública, suele ser una buena manera de fomentar la lectura mediante la recomendación de nuevos títulos. Además, ayuda a que los usuarios entiendan el funcionamiento y el orden de la biblioteca, lo que a futuro provocará que se desenvuelvan de forma más autónoma.
Estas cuatro acciones son sencillas de realizar. Su complejidad está en la perseverancia y en el tiempo. Conocer a los usuarios y la colección bibliográfica toma horas de conversación y de lectura. Mientras más se conoce a los lectores y los libros que se tiene, más simple será la selección de libros. Y no hay que olvidar que la mediación es para el otro. Implementar actividades de forma semanal y estar siempre con buena disposición para ayudar al niño, joven o adulto, ayudará a la formación de nuevos lectores.