Las 3 novelas que acá reseñamos tienen algo en común: son lecturas obligatorias en los colegios y frecuentemente catalogadas como “juveniles”. Muchos, por tanto, o los detestan o creen que ya pasó el momento de leerlos. Sin embargo, proponemos darles una nueva oportunidad.

El guardián entre el centeno, de J.D. Salinger

Por Isable Poblete.

“Lo que más me gusta de un libro es que te haga reír un poco de vez en cuando (…) Los que de verdad me gustan son esos que cuando acabas de leerlos piensas que ojalá el autor fuera muy amigo tuyo para poder llamarle por teléfono cuando quisieras”. Es así como el protagonista de El guardián entre el centeno, David Caulfield, describe los libros que valen la pena leer. Para comenzar tomó esta cita para señalar que para mí, precisamente, este es uno de esos libros.

El guardián entre el centeno (1957), la más famosa novela de Salinger, ha acumulado controversias, principalmente, por su vinculación con los asesinos de grandes personalidades, como John Lennon o John F. Kennedy, los cuales durante sus respectivas investigaciones confesaron estar influenciados por esta obra y, sobre todo, por la mentalidad del problemático protagonista.

Por mi parte, es común que me encariñe con los protagonistas de los libros que leo, independiente de lo detestables que puedan llegar a ser por momentos. Y así me pasó con Holden. Un joven proveniente de una familia acomodada que relata la serie de anécdotas que vive desde lo expulsan de su colegio, hasta que sus padres lo internan en un sanatorio. Para que puedan hacerse una idea de este personaje, les puedo decir en muchos pasajes de la novela me lo imaginé como un Papelucho rebelde, desgarbado y displicente.

La gama de personajes que deambulan en la novela son como una caravana fantasma para Holden, abren puertas y crean abismos que radican en la imposibilidad de conectarse con una realidad, por momentos, absurda. Las únicas personas que dan valor a su existencia son su hermana pequeña y su hermano ya fallecido. Y es con ellos o con alguna persona que rebose amabilidad (muy escasos en el relato), con los que logra conmoverse y, de esta forma, exponer su lado dulce, protector y transparente.

Quizás gracias a esos matices sutiles y esa avasalladora actitud en contra de los moralismos imperantes-, la novela se transforma en una obra imperdible y atractiva, considerando, además, la fama que arrastra por esas curiosas teorías que hablan de mensajes subliminales entre sus páginas. Lo cierto es que en esta reseña no hay mensajes subliminales, solo una invitación clara y directa a leerla.

El Barón rampante, de Ítalo Calvino

Por Cristopher León.

Si la historia de la humanidad es un poema sobre un mono que baja de un árbol, su reflejo siniestro será la aventura de un joven que asciende por las ramas de los bosques y no se baja más al costo que sea. El Barón rampante es la historia de la adolescencia, de la rebeldía necesaria para convertirnos en seres autónomos que diseñan reglas propias para la vida.

El Barón Cosimo pertenece a una familia aristócrata en decadencia, previo a las guerras napoleónicas (que asolaron los bosques europeos), justo en un momento de cambio para la humanidad. A partir de una minucia, una ridícula discusión familiar, el muchacho es castigado y en respuesta se sube a un árbol y levanta la promesa de no pisar nunca más el suelo. La novela está narrada por el hermano menor del protagonista, Biaggio, que arma la historia a partir de conversaciones, correspondencia y rumores recogidos de las múltiples aventuras de Cosimo (que incluso se encuentra con Napoleón para recrear la escena entre Diógenes y Alejandro Magno, narrada por Plutarco: “si yo no hubiera sido yo, hubiera querido ser como tú, le dice el emperador).

El Barón Rampante es una novela sobre un hombre que diseña su propio camino, y que por lo mismo vive intensamente el amor, la amistad, la soledad, y hasta el servicio por el prójimo.

Lo que parece la disparatada anécdota de un protagonista obstinado, refleja la esencia de lo que nos convierte en seres humanos. Porque tal como dice Oscar Wilde: “La desobediencia, a los ojos de cualquiera que haya leído la historia, es la virtud original del hombre”.

Un mundo feliz, de Aldous Huxley

Por Arlene Muñoz.

Aldous Huxley nos presenta un viaje por un mundo contradictorio. Feliz utopía de orden y control de la sociedad, con una humanidad triste y sin sentido, que irónica e inevitablemente, remueve nuestra conciencia sobre la realidad y la vida, otorgándonos puntos de comparación con el propio estar de nuestra sociedad.

La espontaneidad y magia de la vida se han marchitado, despojadas por la instauración del bienestar y la seguridad mediante el máximo control, la tiranía de la técnica y el cálculo total, vuelven el mundo un lugar estéril, vacío de los sabores y colores de la diversidad y los detalles humanos. En esta novela los seres humanos son creados de forma mecánica y tecnocrática, en castas definidas que lejos de establecer igualdad social, naturalizan los estratos sociales históricos de la humanidad.

Un mundo Feliz nos da una visión futurista y pesimista del mundo, en que el condicionamiento psicológico permite un orden efectivo y aterrador, versión paralela y con demasiados puntos de encuentro con nuestro mundo actual. El libro nos invita a realizar reflexiones valóricas y especialmente personales sobre nuestro tiempo, nos conduce a re pensar el valor de la familia, las costumbres y la felicidad, mostrándonos una sociedad perdida en su modernocentrismo, cada vez menos humana.