La niña que contaba

A través de los libros y sus descripciones he podido conocer distintos tipos de personas, su manera de ser, de pensar y de estar en este mundo. La fauna humana no me sorprende porque la realidad supera muchas veces la ficción.

Si fomentamos la lectura desde pequeños podemos preparar a los niños y niñas para enfrentar el mundo con una mente más abierta, siendo más empáticos con el resto. Me he encontrado libros en que puedes conocer la sensibilidad de los artistas, el odio de quienes buscan venganza, la tristeza de los desamparados, la audacia de los valientes y será que por estar más cerca del mundo de las letras no me había detenido a pensar que pueden haber quienes conozcan el mundo a través de otro código, el misterioso e infinito lenguaje de los números. Explicar esto para niños me parece una tarea inconmensurable, creo que no podría hacerlo, por ello cuando me encontré con el libro “La niña que contaba” lo tuve que leer un par de veces para tratar de entender a esta pequeña niña.

Sí, Dora cuenta todo, los animales que ve, los granos de arroz del plato, e incluso las estrellas del firmamento. No me he encontrado en una situación como esa, pero a través de este libro y de sus fascinantes ilustraciones  comprendo que se puede tener una perspectiva cuantitativa de la vida y que hay encanto en mirar un árbol y ver sus hojas bailar al viento y preguntarse cuántas hojas podría tener y tratar de descubrir su misterio numérico como quien desentraña un acertijo.

El acercamiento entre las matemáticas y la literatura no ha sido fácil, parecieran dos lenguajes esquivos que se rehúyen mutuamente, pero esta historia nos acerca a la visión de mundo de una niña que cuenta la vida desde otra arista, donde los misterios insondables salen a la luz simplemente contando.